Es Semana
Santa. Un largo fin de semana por delante. Un viaje. Sofy se deja coger, pero
no la gusta nada que la metan en la jaula transportín y se remueve incómoda.
Durante el viaje intenta continuamente salir de la jaula, pero sólo logra sacar
las zarpas.
En apenas 50
minutos se llega, para Sofy, a la nueva y desconocida vivienda. Nada mas salir
del transportín se pasea por toda la casa. En apenas un par de horas ya se
mueve con total confianza, ya se ha hecho dueña de su “nuevo territorio”. Mis hermanos
ya la han preparado el comedero y la tierra higiénica.
Por la noche
intenta entrar en las habitaciones, se supone que para dormir debajo de alguna
cama o en algún rincón. No se la permite, y duerme sobre un trapo encima del
sofá.
Sofy dormitando en un sofá de su "nuevo territorio" |
Durante el día
encuentra un lugar idóneo para dormitar: Sobre una silla, bajo las faldas de
una mesa circular de comedor. Pero si no hay nadie, o se lo permiten, prefiere
sestear encima de la mesa, aunque esté ésta llena de papeles y otras cosas.
Pasa sus buenos
ratos jugando con una pelota y husmeando las plantas de la galería. Pero no
deteriora ninguna planta: No es la hierba que está acostumbrada a arrancar y
engullir de vez en cuando.
Reposando sobre los papeles de la mesa. |
Eso sí, al
igual que mi anterior mascota, no distingue un cristal transparente de la
ausencia de cristal. En cierta ocasión estaba en la galería, oyó movimiento en
el comedor y se lanzó corriendo, sin percatarse que tenía un muro de cristal
por medio. Se dio un buen golpe. Pero el susto no la duró ni dos segundos, pues
enseguida estaba inspeccionando las puertas correderas de cristal para hallar
algún resquicio por el que acceder al comedor.
A la vuelta,
volver a meterla en el transportín costó lo suyo. Y más de la mitad del viaje
se lo pasó maullando y sacando sus patas de la jaula.
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