Sofy entró conmigo en la cocina y se acercó al frigorífico para que la invitara a algo mejor que su pienso. La dí media loncha de pavo en un extremo de la cocina. Al poco tiempo de comérsela,
se lanzó de repente al otro extremo, donde estaba revoloteando, a medio metro
del suelo, un pequeño insecto volador, aparentemente de color blanco. Le debió
alcanzar al primer golpe con su zarpa, porque ya en el suelo le dio un segundo
zarpazo. El insecto se movió a duras penas unos pocos centímetros, arrastrándose
por el suelo. En unos segundos un tercer zarpazo, definitivo, lo aplastó,
quedando pegado a la zarpa de Sofy. Entonces Sofy, al no verlo, comenzó a
maullar mientras buscaba y buscaba por toda la cocina.
Más tarde la miré la pata y, es de suponer, el aplastado insecto se la había desprendido.
Sofy, agazapada, observando la ventana. |
Ha sido su
primera pieza de caza, aunque creo firmemente que su intención era jugar con
ella, como si de una pelota o ratón de juguete se tratase; de ahí su enfadado
miau al creer que el “juguete” había desaparecido.
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