En estos
últimos días he observado algo muy curioso: Tras jugar con la pelota a base de
carreras por todo el comedor y el pasillo, la coge con los dientes (cosa muy
fácil al ser de goma blanda) y la lleva al comedor, a mi lado. Luego se tumba
en el suelo un rato a descansar. Si tras unos pocos minutos yo no se la he
tirado lejos para que corra tras ella, es ella misma la que se levanta y se
abalanza hacia la pelota, golpeándola con fuerza. A veces un cacahuete, una
pipa, o un tapón de botella, hacen los efectos de una pelota.
Lo malo es
cuando el objeto puede ser peligroso o muy peligroso para jugar con él.
Sofy, descansando tras jugar con la pelota. |
Estaba jugando,
correteando por el comedor tras lo que supuse que era una pipa, por lo pequeño
que era el objeto. Pero de pronto percibí un sonido metálico muy débil. Acentué
mi atención y creí observar que Sofi estaba jugando con una chincheta de metal.
Antes de que
pudiera levantarme a recogerla, observé que tras un zarpazo infortunado, se la
había clavado o adherido a la zarpa. Flotó y flotó con la lengua hasta que la
chincheta se desprendió y cayó al suelo. La recogí y la arrojé a la basura.
Algo más tarde
examiné la zarpa de Sofi, no encontrando evidencia alguna de pinchazo.
Afortunadamente sólo se la había incrustado entre las almohadillas de la zarpa.
Al día
siguiente, mientras estaba trabajando en la mesa del ordenador, la vi jugando
tras la papelera con un pequeño objeto. ¡Era otra chincheta! Rápidamente la
separé de su peligroso juguete y me deshice del mismo.
En menos de 24
horas había localizado dos chinchetas perdidas, al menos una de las cuales
llevaba meses sin ser visible a mis ojos, posiblemente bajo la mesa del
ordenador, tras una rendija de una altura tan mínima que muy difícilmente podía
albergar la zarpa de Sofi.
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