Al abrir la
puerta de casa, Sofy enseguida sale al rellano.
Muy raro es el día que no está esperando
para salir. Es como si me hubiera cogido ya la hora en que retorno a casa. Eso
debe ser, porque no me la imagino esperando tras la puerta a que yo retorne
horas y horas.
Sale, me
husmea un buen rato los zapatos y los bajos de los pantalones, y luego comienza
a revolcarse en el frío suelo del hall, diez, quince, a veces veinte medias
vueltas.
Se la ve feliz.
Observo que mientras lo hace tiene el rabo metido
entre las piernas. ¡Muy curioso!.
Cuando se
cansa de dar vueltas se acerca a la puerta de los vecinos de al lado y husmea
un rato la alfrombrilla de tela.
A veces se acerca a la escalera y mira abajo y
arriba. Pero, por ahora, no la ha dado nunca por subir o bajar.
En cuanto oye
un ruido se mete corriendo en casa, se refugia en su territorio.
Sofy revolcándose en el rellano. ¿No tendrá frío? |
Hoy el bloque
estaba demasiado silencioso.
Quizás por ello, por primera vez, Sofy ha cruzado por completo el
hall y ha ido a inspeccionar las puertas de los dos vecinos de enfrente,
husmeando largamente las alfrombrillas de tela.
La llamé varias veces, pero ni
caso.
Había demasiado silencio. Sofy no se sentía amenazada y campaba a sus
anchas, explorando nuevos territorios.
De repente
movió bruscamente la cabeza, miró un ratito la escalera en su parte ascendente
y luego corrió a meterse dentro de casa.
Antes de cerrar la puerta esperé un
buen rato para ver si bajaba algún vecino, pero nada de nada. Ningún ruido.
Sin
embargo Sofy sí que había oído algo; pero ¿qué?.
Sofy parece disfrutar dando vueltas en el frío suelo. |
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