Comienza el
mes de septiembre.
Al levantarme observo extrañado que el bool de comida está
totalmente vacío, reluciente.
Raro, muy raro que se lo haya comido entero en
una noche.
Lo lógico, a lo que me tiene acostumbrado, es que por la mañana
quede aún la mitad.
Pero no. Al rato veo al lado del bebedero, casi lleno al no
haber probado el agua, una ristra marrón que parecía caca.
Me acerco más y veo
que es el pienso vomitado, casi la mitad de lo que la había echado la noche
antes.
Lo limpio y le lleno el comedero con pienso nuevo.
Sofy se acerca enseguida y
está un buen rato comiendo.
Me alegro que tenga apetito, sobre todo después de
haber devuelto.
Con el pienso la doy unas galletitas de malta, para que pueda
digerir bien las bolas de pelo que seguramente tenga en el estómago, lo que la
hace vomitar la comida a veces.
¡Horror!. La puerta esta cerrada. |
Es mediodía.
Me dispongo a salir de casa.
Como me extraña que Sofy no me haya molestado en
casi dos horas mientras trabajo en el ordenador, la busco.
No la encuentro por
ningún sitio.
Entonces caigo en la cuenta de donde puede estar.
Hoy ha sido día
de limpieza, se ha puesto la casa patas arriba. Sofy se ha refugiado bajo una
cama y al cerrar la puerta del dormitorio se ha quedado encerrada.
Abro la
puerta y allí está, a los pies de una cama, mirando la puerta cerrada.
Nada
más abrir la puerta saltó de la cama y corrió por el pasillo.
Tonta, pero
muy tonta me parece a veces.
¿Por qué no maulla para que la abran?.
¿Por qué no
maulla cuando la llamo para indicarme que se ha quedado encerrada y no puede
salir?.
¡Muy extraño!
Mysy, mi anterior mascota, en varias ocasiones similares,
comenzaba a maullar para indicar su encierro en cuanto detectaba que había
alguien en la casa, sin esperar a que la buscaran.
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