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viernes, 27 de abril de 2012

Lenta adaptación


Es lunes, el cuarto día de Mincha en mi casa. Come mal, y eso que me dijeron que “es una comilona”. Al mínimo ruido deja de comer y sale al pasillo a ver. Vuelve enseguida, pero para dar dos o tres bocados, ronchando la comida seca. Está claro: Tengo que dejar la comida todo el día y toda la noche a su disposición, al igual que el agua.
Sigue prefiriendo echarse o esconderse tras el sofá, en el suelo, en lugar de cualquier otro sitio más cómodo y confortable.
Por la noche, se acerca a mi en el sofá, se medio acomoda en mi regazo y comienza a amasarme el jersey. Lo tomo como un signo de confianza, de adaptación. Afortunadamente el día antes la había cortado todas las uñas.
Pasa parte de la noche agazapada en un rincón de la habitación, bajo mi cama. Luego se va tras el sofá del comedor.


Mincha en su comedero.
Al levantarme la voy a cambiar la tierra higiénica. Observo cuatro o cinco  cagalitas; pero sólo dos pequeños montoncitos de tierra húmeda. No me extraña. Bebe sólo medio bol de agua al día. Pero debería mear todos los días, no cada dos días. Comienzo a pensar que la mitad de las veces que maúlla no es para llamar a su hermana, sino al querer orinar y no poder.
¿Tenía dificultades al orinar antes de venir a mi casa?
¿Debo preocuparme, consultar a un veterinario?.
¿O esperar a que se termine de adaptar a su nuevo hogar?.
Por la tarde la veo brincar y correr por el pasillo, lo cual me alegra mucho. Ello significa que va cogiendo confianza, que se va haciendo a la casa.
Sin embargo sigue pasando la noche tras el sofá, en el suelo, en lugar de hacerlo encima del sofá, en su cuna o a los pies de mi cama.

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