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viernes, 20 de abril de 2012

El escondite


Al levantarme la busco un buen rato. No doy con ella. La llamo. Ni caso.
Tras revolver media casa, se me ocurre mirar tras el sofá. Y allí estaba. Allí había pasado la noche. Escondida, en el suelo, supongo que con miedo ante cualquier ruido extraño. Retiré algo el sofá y la hice unas fotos. Tardó casi una hora en salir de su escondite.

Se me ocurre rociar el pienso con una cremosa golosina para gatos que me había dejado Inma. ¡Un éxito!. Se come casi medio bol, aunque no de una sentada. Cada dos o tres bocados, lo deja, sale del lugar como espantada, vuelve a entrar, y así cinco o seis veces.
Mincha escondida.
Me viene a visitar mi familia. Enseguida se deja acariciar por mis hermanos. Mi hermana la coge en brazos. Me dice que pesa mucho. No es para tanto, lo que ocurre es que la anterior mascota, Mysy, estaba “en los huesos” y no pesaba casi nada en sus dos últimos años de vida.
En un momento determinado mi hermana se queja de que la había clavado las uñas. Me extrañó, pues sólo dos días antes se las había examinado y no tenía ninguna "punta de alfiler". 
Llamo a Inma y la digo que tres o cuatro veces al día Mincha comienza a maullar un buen rato mientras se pasea nerviosa por la casa. Me dice que es natural, pues estará llamando y buscando a su hermana Abby.

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