Al levantarme la busco un buen rato. No
doy con ella. La llamo. Ni caso.
Tras revolver media casa, se me ocurre mirar tras el sofá. Y allí
estaba. Allí había pasado la noche. Escondida, en el suelo, supongo que con
miedo ante cualquier ruido extraño. Retiré algo el sofá y la hice unas fotos. Tardó casi una hora en salir de su escondite.
Se me ocurre rociar el pienso con una
cremosa golosina para gatos que me había dejado Inma. ¡Un éxito!. Se come casi
medio bol, aunque no de una sentada. Cada dos o tres bocados, lo deja, sale del
lugar como espantada, vuelve a entrar, y así cinco o seis veces.
Mincha escondida. |
Me viene a visitar mi familia. Enseguida
se deja acariciar por mis hermanos. Mi hermana la coge en brazos. Me dice que
pesa mucho. No es para tanto, lo que ocurre es que la anterior mascota, Mysy,
estaba “en los huesos” y no pesaba casi nada en sus dos últimos años de vida.
En un momento determinado mi hermana se
queja de que la había clavado las uñas. Me extrañó, pues sólo dos días antes se
las había examinado y no tenía ninguna "punta de alfiler".
Llamo a Inma y la digo que tres o cuatro veces al día Mincha comienza a maullar un
buen rato mientras se pasea nerviosa por la casa. Me dice que es natural, pues
estará llamando y buscando a su hermana Abby.
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