Por primera vez la veo saltar a la
mesita del teléfono fijo, de ahí a una tabla fijada a la pared y, no sin
dificultad, saltar encima del mueble bar. Su cabeza casi rozaba el techo.
Me tuve que ir del comedor, por lo cual
no sé cómo saltó al suelo; supongo que por el mismo itinerario, pero a la
inversa.
Por la tarde, mientras comía cacahuates,
la veía dando vueltas al sofá buscando algo. Supongo que los ratones de
juguete. Como no tenía ganas de buscarla los ratones, la lancé al suelo un
cacahuete. ¡Se volvió como loca!. Durante unos minutos corrió y corrió por todo
el comedor golpeando con sus patas el cacahuete. Fue una gozada contemplarlo.
Hasta que lo perdió bajo una rendija del mueble bar. La lancé otro. Y el
espectáculo se repitió durante unos minutos.
Mincha subida a las alturas |
Esa misma tarde, al rato de estar
recostada sobre mí, comenzó a asearse. Y sorprendentemente comenzó a pasarme su
lengua sobre los dedos de mi mano. Raspaba como una lija, pero me hizo mucha
gracia y pensé que era un signo de confianza.
Al rato de ello, mientras la estaba
acariciando la barbilla, abrió su boca y me mordió varias veces la mano, sin hincar
los dientes. ¡Estaba jugando!, me imagino que de forma similar a cuando estaba
con su hermana.
Y para finalizar el día otra sorpresa
mayor: Mientras veía la televisión, notaba que estaba a mis pies moviéndose sin
parar. Creí que estaba buscando alguno de sus dos ratones o los cacahuetes,
pero no. ¡Estaba mordiendo el cordón de mis zapatos y tirando de él!. Así
estuvo un buen rato. Y yo me divertí igual que ella. Ya había olvidado lo mucho
que les gusta a los gatos jugar con los cordones de los zapatos. Y es que Mysy,
mi anterior mascota, hacía más de 8 años que ya no la atraían los cordones de
zapatos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario