Vienen a verme dos amigos, uno de ellos fotógrafo. Mincha se esconde tras el sofá. No sale. Maxi, el fotógrafo, retira algo el sofá y la hace sus primeras fotos. Hace veinte años, también hizo las primeras fotos de Mysy, aunque fue con cámara analógica, no digital. ¿La diferencia?. Pues que en su día regalé la mayoría de las fotos que me hizo de Mysy, perdí los negativos, y pasaron más de 10 años sin tener una sola foto más de mi primera mascota.
Más tarde Mincha salió de su escondite,
se dejó acariciar y a duras penas fotografiar, pues cada vez que la iluminaba
el flash directo cerraba los ojos. Menos mal que la cámara de Maxi era mejor
que la mía. Eso, y el usar flash indirecto, hizo que en la mayoría de las fotos Mincha saliera con los ojos abiertos.
Mincha fotografiada en su escondite |
Al levantarme observo el bol de comida
casi vacío. Lo lleno. Al mediodía se ha comido más de la mitad. Lo relleno.
Antes de acostarme el bol está casi vacío. Lo lleno. En 10 días ha pasado de
comer menos de un bol a comer algo más de dos boles. Eso está bien, pues
un gato casero debe comer entre dos y tres boles para tener una
alimentación acorde con su hábitat.
Pero sigue bebiendo muy poca agua, medio
bol diario. No obstante es buena señal. No he leído en ningún libro ni en
Internet que el beber poco sea un síntoma de alguna enfermedad felina. Al
contrario, beber mucho puede significar que el gato tenga diabetes o que sus
riñones no funcionen correctamente, que es lo que previsiblemente le ocurría a
mi anterior mascota, Mysy, en sus dos últimos años de vida.
Mincha descansando en el sofá. |
Aunque algo menos que en sus primeros
días conmigo, aún pasa bastante tiempo buscando y llamando a su hermana. No es
para menos, pues me acabo de enterar que “exceptuando a su hermana con
el resto de los gatos del rastro (el piso de acogida de Madrid) no quería nada.”
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