Los gatos son
muy curiosos, les gusta mirarlo todo, pasear por todos los sitios, meterse por
todos los huecos y rincones de la vivienda.
Al mismo tiempo
les encantan las alturas, escalar por alguna cortina, saltar encima de sillas,
mesas, estanterías y muebles varios.
Las ventanas
suplen con creces las dos aficiones apuntadas: Desde una ventana, a la que
previamente tienen que saltar, observan la calle, curiosean un mundo fuera de
su territorio.
En cuanto abro
la ventana de la habitación por las mañanas, Sofy viene corriendo y salta a la
pequeña repisa. Unas veces de pie, otras tumbada, se pasa un buen rato mirando
el patio vecinal, habitualmente vacío y con escasos ruidos.
Cuando se abre
una ventana que da a la calle, lo mismo: En cuanto la ve abierta se acerca,
tantea el salto, brinca a la repisa, se pasea un buen rato por ella, y
finalmente se acomoda, tumbada, mirando con suma curiosidad el tránsito de la
calle.
Foto de Sofy en la repisa de la ventana. |
Pero la ventana
del comedor no tiene repisa. Un salto significaría caer al vacío. Normalmente
se acomoda sobre un estante o sobre el sofá más próximo y mira la ventana
fijamente. Otras veces se acerca, se pone entre el cristal y la cortina
interior, y observa la calle. Durante mucho, mucho tiempo. Sea de día o de
noche. ¿Siente nostalgia de los tres o cuatro meses que pasó correteando por las
calles de Madrid junto a su madre y su hermana?.
Las ventanas
son un peligro para los gatos. Un salto mal calculado, una ventana sin repisa,
significa caer al vacío.
Dicen que caen
de pie. ¡Depende de si tienen tiempo para arquear el cuerpo!.
Dicen que hay
una velocidad máxima en caída libre. ¡Mejor no probarlo!.
Dicen que
tienen 7 vidas. Con una sola, larga y placentera, es bastante. Lo demás son
temeridades.
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