Un gato es un gato. Es territorial. Ante
la amenaza de un cambio de domicilio, aunque sea por unos días, se aferra a su
territorio y se pasa el viaje quejándose.
Aunque luego, eso sí, enseguida inspecciona
el nuevo territorio, lo hace suyo y se cree que puede campear a sus anchas en
casa ajena.
Y no, no puede. En esta habitación no se
entra, en esta tampoco, en esta ni asomarse, en el servicio tampoco y en la
cocina prohibido estar.
Y a pesar de contar con una amplia y
soleada galería, y permitirla deambular por el salón-comedor, un gato es un
gato.
Al menor descuido, puerta que ve entreabierta,
allá que se mete. Pero, eso sí, obedece y sale enseguida de donde no debe
estar.
Por la noche, todos a la cama, incluida
Sofy. Pero… Gran error: Los gatos son animales nocturnos.
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