Viene
el tiempo bueno, el calor. El parque se llena de colores, de niños, de perros,
de pájaros y de palomas. ¿Y los gatos?. Los gatos no pueden bajar al parque, ni
aunque sus dueños les pongan las correas correspondientes. ¡No!. Asustarían a
los pájaros, a las palomas, y a algún que otro niño. A su vez podrían ser
molestados, asustados, agredidos, por buena parte de los perros, aunque alguno
de ellos tenga una envergadura inferior a un gato.
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Vivo
al lado de un parque. Seguro que a mi gata Sofy la gustaría pasear por la
mullida y verde hierba, se dejaría acariciar por algún niño, e incluso haría
buenas migas con algún otro gato de la vecindad.
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Pero
no. No soy tan temerario para exponer a mi gata a los ladridos y mordiscos de
los perros. Porque hoy por hoy el parque está tomado por los perros, unos
sueltos, otros controlados por sus dueños. Uno, dos, una docena de perros… Y a
todas horas; o a casi todas, pues de madrugada no se me ha ocurrido investigar la
asistencia de perros en el parque.
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Sólo
en una ocasión, hace algunos años, vi un gato paseando por el parque al lado de
dos perros y de sus respectivos dueños. Nunca más le he vuelto a ver. Supuse
que los perros estaban familiarizados con la presencia del gato, tal vez por
compartir hogar con alguno de ellos.
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Y
no, no es que no haya gatos en el vecindario. Los hay, y son muchos los que veo
de vez en cuando asomados a las ventanas.
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Estaría
muy bien poder sacar a nuestra mascota felina a dar una vuelta por el parque de
vez en cuando, a ser posible todos los días, durante una o dos horas. Estaría
muy bien que los gatos caseros recuperasen por un tiempo esa libertad de la que
disfrutan sus parientes silvestres o sus parientes domésticos de pueblos o pequeñas
ciudades.
Un gato disfrutando de 'Caturday'. Foto de Rosa Jiménez |
Leo en el periódico que en “Dolores Park”, un
parque de San Francisco, es habitual encontrar perros en
él, perros que “No se recuerda cuándo
dieron el último ladrido y denotan una exquisita educación”.
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Pues bien, desde hace unos
meses el primer sábado de mes se ha convertido en el Caturday,
el sábado del gato. Entre la una y media y las cinco de la tarde
los dueños de una treintena gatos sacan a sus animales a pasear por el césped,
jugar juntos o, simplemente, conocer otros felinos.
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En ese breve tiempo mensual no se admiten perros, el parque es
territorio felino. Leo que “Lo único que se pide
es que los gatos sean sociables y que estén acostumbrados a moverse en
exteriores. Por supuesto, no los dejan sueltos. Van con arnés”.
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¿Para
cuándo un Día del Gato en el resto de parques de las grandes ciudades? Y si es
semanal mejor que mensual. ¿Acaso no está clara tal discriminación, aunque en el
perro sea una actividad obligada y en el gato no?
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