Hace un
mes que Sofy está con el nuevo tratamiento para el supuesto estrés, que no
alergia. Presenta casi la viveza que tenía hace seis meses, cuando se empezó a
morder las patas y causarse heridas. Juega, brinca, come bien, y aunque se
sigue lamiéndose (aseándose) muchas veces al día, la he visto morderse las
patas casi todos los días en esta última semana de noviembre, si bien lo deja
por sí misma tras breves segundos.
Cierro
bien todas las puertas, salvo la del comedero. Quiero atraparla y meterla en la
jaula transportín a la primera. La doy comida y espero a que, tras comer lo
suficiente, haga cacas. La atrapo y la meto en la jaula.
Llego a
las 12,10 a
la clínica. Está abarrotada de gente esperando con sus mascotas. Cuatro perros
y dos gatos. Uno de los gatos es Leo, ya mencionado en un post anterior. Dentro, cada
uno en una sala, otro perro y otro gato.
La única foto de Sofy con los ojos azules. |
Mientras
espero el turno miro los papeles sobre una mesilla y me llama la
atención un montón de tarjetas apiladas. Tomo una y la leo. ¡No me lo puedo creer!: Propaganda de
un tanatorio para mascotas en un pueblo de la provincia de Valladolid. Y
supongo que, casi con toda seguridad, habrá más repartidos por la
geografía española.
A las
14,45, tras una larga espera, toca el turno a Sofy. La veterinaria la ve muy
bien, pero dice que debe seguir con el dosificador de feromonas y el pienso que
la recomendó; el primero para reducir la frecuencia de lamidos por estrés y el
segundo para reforzar la piel. La pesa: Cuatro kilos trescientos. Compro en la
misma clínica otro dosificador y otro saco de pienso.
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