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martes, 17 de julio de 2012

Sofy y su maceta de hierba

Ya he comentado la necesidad de los gatos de comer hierba. Debido al excesivo aseo personal, al  lamerse por todo el cuerpo ingieren una gran cantidad de pelo, que se mezcla en el estómago con la comida formando bolas. Esas bolas a veces no las evacuan bien por el ano, por lo que las vomitan. Para que las puedan expulsar sin problemas consumen hierba, que viene a ser como un laxante.
Antes de conocer a Sofy compré un recipiente ya preparado para crecer la  hierba. Según las instrucciones tenía que echar agua hasta el borde del recipiente, dejarlo al sol y en cinco días tendría un precioso terrazo de hierba. Pero hasta los ocho días no empezó a crecer nada.
A los diez días, con unos cinco centímetros de hierba, lo retiré de la poyata de la ventana y se lo puse a Sofy en un rincón del comedor. Tras acercarse a ver qué era aquello y olerlo dos o tres veces, se decidió a arrancar con la boca una hoja y comérsela.

Sofy mordisqueando las ramas de hierba de la maceta.

Durante más de un mes Sofy comió hierba fresca dos o tres veces al día. Dos veces por semana echaba casi un vaso de agua para mantenerla. Llegó a alcanzar unos 15 cm de altura. Hasta que, para mi sorpresa, comenzó a amarillear. En una semana las hojas perdieron casi por completo el verde.
Observé la planta: En su superficie visible había una fina capa blanquecina, parecida a una tela de araña. Removí la tierra y esa sustancia blanquecina dominaba dos de los cinco centímetros de profundidad. Arrojé la planta a la basura, convencido de que se había podrido por exceso de humedad, y que aquella sustancia blanca podía ser un hongo o producida por un hongo.
Sofy no pareció echar en falta la hierba.
Unos días más tarde de retirar el recipiente de hierba, leí que había que proporcionársela a los gatos sólo tres o cuatro días cada dos o tres meses, y no de forma continua como yo se la había dado; entre otras cosas porque les puede producir diarrea su consumo en exceso.
En cuanto a la planta, había que pulverizar las hojas con agua dos veces por semana, sin ahogarla como hice yo. En fin, de los errores también se aprende.

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