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martes, 11 de septiembre de 2012

Sofy cazando moscas. ¡Pobres visillos!.



Tras una tarde de muchísimo calor, llovía a cántaros. La ventana estaba abierta, por lo que me levanté a cerrarla para que no entrara el agua. Lo que sí entraron fueron dos moscas, una de ellas de considerable tamaño como pude observar cuando se posó sobre la pantalla del ordenador.
“¡Pobres!”, pensé,”No sabéis dónde os habéis metido. En cuanto Sofy termine de comer seguro que querrá jugar con vosotras”.
Y es que teniendo un gato en casa uno se ahorra una pasta en insecticidas y demás productos para ahuyentar todo tipo de bichos.

Sofy atenta a una mosca que ha entrado en casa.

En cuanto entra una mosca por alguna ventana abierta, Sofy se despereza y salta a por ella. Normalmente se posan en las paredes, a una cierta altura del suelo. Sofy salta encima del cabecero del sofá o sobre la mesa e intenta golpearla con las zarpas. Así una y otra vez, de pared en pared, hasta que la altura de la mosca respecto al suelo permite a Sofy saltar y golpearla con la zarpa. La mosca cae al suelo. Sofy se arrima a  ella y la husmea. La toca suavemente, como invitándola a que se mueva. Si no se mueve, Sofy emite un miaou de enfado. Si se mueve e intenta alzar el vuelo, Sofy la asienta un zarpazo definitivo y, no siempre, se la come. A veces la he visto cazar moscas con ambas zarpas: Simplemente salta cuando la mosca vuela a baja altura y golpea una zarpa contra la otra, quedando la mosca aplastada entre ambas.
Pero cuando las moscas se posan en los visillos de las ventanas, hay que temer lo peor. Entonces los golpes con las zarpas no suelen dar el resultado deseado. Por el contrario a veces una uña no cortada lo suficiente se engancha en la tela del visillo y ocasiona un pequeño rasgón.  
En ese sentido, el de la caza de moscas, es muy curioso oírla un miaou claramente diferenciado del resto cuando detecta un insecto e inicia la caza, así como otro miauo de enfado y frustración cuando no consigue cazarla en un corto tiempo, también muy diferenciado del resto de sus vocalizaciones.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Mysy y Sofy, mis mascotas




Aquí os dejo una imagen gif de mis dos mascotas.
Mysy, mezcla de angora y siamés, fallecida a los 20 años de edad.
Y Sofy, mi actual mascota de raza común europea.

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martes, 4 de septiembre de 2012

Más visitas al veterinario


Hace un calor espantoso, pero debo llevar a Sofy al veterinario. Mi hermano nos acompaña. La veterinaria la observa atentamente las heridas del cuello y la pata semipelada, mientras la digo que se muerde menos la pata pero que se la ha extendido más. Me dice que la infección parece ya curada. 
Me pregunta por el peso de Sofy y a continuación me receta unas pastillas para quitarla la picazón. ¡Son minúsculas!. Y encima se las tengo que partir en dos, pues debo darla media cada 12 horas. 
En la misma clínica compro algunas latillas de paté para gatos: Media pastilla de medicamento bien mezclada con el paté es algo que no suele fallar en la medicación de un gato.
Cuatro días medicándose y luego otra vez a volver a revisión.

Sofy aposentada sobre mi cartera de trabajo. ¿Estará cómoda?
Pasan los cuatro días. Parece haber recuperado casi todo el pelo. Pero hay pequeñas zonas en ambas patas delanteras que indican la no curación completa.
Llegamos a la clínica a las 17,05, creyendo ser los primeros. No lo éramos. Por cinco minutos, desgraciadamente, nos habían adelantado. Y digo desgraciadamente, no porque tuviéramos que esperar algo, sino porque había habido una urgencia: Un gatito de no más de tres meses estaba siendo atendido por un severo mordisco de un perro.
Otro veterinario atendió a Sofy. Como las dos veces anteriores, a Sofy no la gustó nada que la atusaran por todo el cuerpo para buscarla posibles anomalías en la piel. Intentó zafarse, pero acordé con su personalidad no bufó ni sacó las uñas.
Finalmente el “vete” la puso una inyección bajo la piel y me recetó otras pastillas, distintas de las anteriores, para que en tres o cuatro días se la terminase de curar el picor.
En otra habitación seguían atendiendo al gatito. ¡Ojala que en poco tiempo esté ya bien!. Recordé una frase referente a los gatos: “También toleran en gran medida el dolor, debido a un elevado número de endorfinas que generan cuando les son necesarias”.

jueves, 30 de agosto de 2012

Sofy, el circo en casa

Tras más de veinte años observando diariamente los juegos y diabluras de un gato casero se podría pensar que, tras adoptar otro, pocas cosas te pueden sorprender. Pues no. Afortunadamente no.
Los paquetes de pan de molde suelen tener una pequeña cinta metálica (supongo que de aluminio) para el cierre. Cuando ya tenía el paquete medio vacío, hice un nudo para cerrarlo y tiré la cinta a Sofy para que jugara con ella.
Al principio dio tres o cuatro vueltas por el comedor correteando con la cinta como si de una pelota se tratase. Luego se cansó, cogió la cinta con la boca y la depositó bajo una de las sillas del comedor.
Lo que siguió fue asombroso: Se levantó, alzó su cuerpo hasta ponerse en pie y se dejó caer bajo un travesaño de la silla, al tiempo que intentaba agarrar con sus zarpas la cinta depositada bajo la silla. Así estuvo un buen rato, repitiendo varias veces dicho movimiento, a mi entender haciéndose daño en la barriga. Luego saltó, se tumbó en el suelo, se dio media vuelta y cruzó sus cuatro patas en el travesaño de la silla, balanceándose. Se cayó de culo, se volvió a girar en el suelo y volvió a balancearse en el travesaño. Luego jugó un rato con la cinta, hasta que la perdió bajo la mesa, y volvió a trepar por los travesaños de la silla, balanceándose una y otra vez.

Sofy, balanceándose en la silla.
Era como si, en lugar de un gato, por unos minutos se hubiera convertido en un mono; y paralelamente como si en lugar de unas sillas fueran árboles con robustas ramas donde columpiarse. Pero claro, la zarpa de los gatos no tiene la habilidad prensil de la mano de un mono, por lo que los giros y acrobacias de Sofy en las sillas la daban un aspecto más espectacular, sorprendente, gracioso.
Afortunadamente tenía la cámara de fotos a mano y la pude sacar algunas instantáneas. 
Me la imaginé en un circo realizando todo tipo de acrobacias.
Recordé, no obstante, una frase de Garfield, el gato de dibujos animados, que decía algo así: “Los únicos (animales) que nunca hemos hecho el imbécil en el circo... ¡somos los gatos!.".
Por algo será.  

lunes, 27 de agosto de 2012

Aparecen las pelotas perdidas


Sofy  ya lleva perdidas 8 pelotas de goma. ¿Dónde las esconde?. No tengo más, y tampoco pienso comprarla más. ¡Tengo que encontrarlas!.
Hace más de una semana que perdió su octava pelota. Me decido a buscarlas a fondo: Miro en todos los estantes abiertos, detrás de los libros, en los rincones de cada habitación. ¡Nada!.
Retiro algo la mesa del ordenador, cojo la aspiradora y meto la boquilla por un altillo inferior de la parte trasera del mueble, con bastante dificultad. Al rato oigo un ruido extraño: Retiro la boquilla y encuentro una pelota taponando la entrada. Apago la aspiradora y recojo la pelota. ¡He acertado!. Repito la operación y encuentro tres más. Ya son cuatro de las ocho. Puede que haya más. Pero no puedo retirar más la mesa por el amasijo de cableado. Mi hermano terminará de buscarlas, asegurándonos que no haya más debajo y tapando la rendija para que no se vuelvan a “perder”.

Sofy descansando, tras jugar con la pelota de goma.
Hago memoria y me doy cuenta de algo en lo que hasta ahora no había caído, aunque es muy evidente: No esconde las pelotas, no tiene un escondrijo donde ocultar sus juguetes favoritos. Tras jugar un buen rato con ellas por los pasillos de la casa o el centro de algunas habitaciones, las empuja hacia sitios inaccesibles, se está un buen rato alargando las patas para llegar a ellas, y cuando se cansa las deja por imposibles. Recuerdo una vez haberla visto  empujando la pelota por el minúsculo hueco entre la pared y una puerta abierta, e intentando sin éxito recuperarla. Juega a esconderlas y recuperarlas; lo malo es que lo primero lo hace muy bien, pero lo segundo…

domingo, 26 de agosto de 2012

Gatos con poderes paranormales

Los fenómenos que ahora nos asombran y atribuimos a poderes ultra sensoriales o fuerzas ocultas se incorporarán a nuestra vida cotidiana en un próximo futuro, perdiendo el halo de misterio y/o superstición, en cuanto la ciencia encuentre la causa natural o patológica que los produce.
Y si eso es así en los humanos, con mayor motivo en los animales, seres vivientes como nosotros, pero en una escala evolutiva inferior.
¿Tienen poderes ultra sensoriales, paranormales, los gatos?.
Evidentemente no en el sentido trascendente de la propia vida y cotidianidad, pero sí en lo tocante a tener algún sentido diferente al de los humanos que nos produce asombro, confusión e incluso miedo.
Como muestra de ello resumo la historia de Oscar, difundida ampliamente en la prensa escrita y en Internet.

Foto escaneada de Oscar con el doctor David Dosa.
Oscar, el gato de caminar tranquilo por los pasillos de la residencia de ancianos Steere House (Rhode Island, EE UU). Su particular don es que vaticina a los pacientes el final de sus días, enroscándose en las camas de los próximos a fallecer. “El gato siempre se las arregla para aparecer en la habitación y siempre lo hace en las últimas dos horas de vida del paciente", detalla el médico David Dosa, quien lanzó a Oscar al estrellato hace unos años con un artículo y recientemente con un libro.
"Mi impresión es que los animales son capaces de 'sentir' cosas que nosotros, como humanos, no podemos percibir. Creo que este gato es capaz de oler algo que nosotros no, quizás una feromona. Pero esto sólo es una suposición.”, comenta Dosa.
Su porcentaje de fallo es mínimo. Nadie cuestiona los vaticinios de un gato adoptado para ayudar en las terapias del centro, que también cuenta con otros animales.
 “Lo importante es que Oscar nos permite llamar a sus familiares para que se despidan de su parientes de la mejor forma posible”,  puntualiza el geriatra. Un momento íntimo que sería imposible sin las dotes de este felino con un sentido muy vivo de la muerte.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Dar la medicina a un gato




Sofy, en su jaula, tras la visita al veterinario.
 Al día siguiente de volver del veterinario tiré toda la comida de Sofy que quedaba, pienso de pescado y verduras, por si acaso. “No te extrañe que sea la comida la causa de la infección de piel”, me dijo mi hermano, “El pescado suele tener muchas toxinas”.
Volví a comprar mixto, pienso de carne, pescado y malta.
También compré latillas de paté para gatos, que les encanta.
Cogía la pastilla del antibiótico, por cierto muy pequeña, la troceaba, la mezclaba con el paté y lo echaba todo en el bol. Una pastilla cada 12 horas. Así durante cinco días. Afortunadamente en el bol no quedaba ni rastro de la pastilla. Tampoco ni rastro de la comida. El truco, en caso de Sofy, había funcionado.
¡Miedo tenía!. Y es que con Mysy, mi anterior mascota, ese truco no funcionaba casi nunca. La mayoría de las veces encontraba el bol sin rastro de comida, pero con todos los trocitos de la pastilla intactos, por muy minúsculos que fueran. Afortunadamente Sofy no es tan exquisita, no tiene un paladar tan refinado y selectivo. ¡Por ahora!.
Aunque se sigue arrascando el cuello y mordiéndose la pata, la frecuencia con que lo hace ha disminuido considerablemente. El pelo ya la está cubriendo la zona otra vez y parece que los granitos rojizos la han desaparecido. Mañana la vuelvo a llevar a la “vete”, a revisión. ¡Ya veremos!.