Sofy ya lleva perdidas 8 pelotas de goma. ¿Dónde
las esconde?. No tengo más, y tampoco pienso comprarla más. ¡Tengo que
encontrarlas!.
Hace más de una
semana que perdió su octava pelota. Me decido a buscarlas a fondo: Miro en
todos los estantes abiertos, detrás de los libros, en los rincones de cada
habitación. ¡Nada!.
Retiro algo la
mesa del ordenador, cojo la aspiradora y meto la boquilla por un altillo
inferior de la parte trasera del mueble, con bastante dificultad. Al rato oigo un ruido extraño: Retiro
la boquilla y encuentro una pelota taponando la entrada. Apago la aspiradora y
recojo la pelota. ¡He acertado!. Repito la operación y encuentro tres más. Ya
son cuatro de las ocho. Puede que haya más. Pero no puedo retirar más la mesa
por el amasijo de cableado. Mi hermano terminará de buscarlas, asegurándonos
que no haya más debajo y tapando la rendija para que no se vuelvan a “perder”.
Sofy descansando, tras jugar con la pelota de goma. |
Hago memoria y
me doy cuenta de algo en lo que hasta ahora no había caído, aunque es muy
evidente: No esconde las pelotas, no tiene un escondrijo donde ocultar sus
juguetes favoritos. Tras jugar un buen rato con ellas por los pasillos de la
casa o el centro de algunas habitaciones, las empuja hacia sitios inaccesibles,
se está un buen rato alargando las patas para llegar a ellas, y cuando se cansa
las deja por imposibles. Recuerdo una vez haberla visto empujando la pelota por el minúsculo hueco entre la pared y una puerta abierta, e intentando sin éxito recuperarla. Juega a esconderlas y recuperarlas; lo malo es que lo
primero lo hace muy bien, pero lo segundo…
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