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martes, 31 de agosto de 2021

Sofy se lleva un buen susto

 

 

En la entrada titulada “Sofy pide ayuda” ya indiqué que, aunque al principio resulta difícil de distinguir para los oídos de un humano, los gatos modulan sus “miaus” de forma diferente para comunicarse con nosotros, dependiendo de lo que nos quieran transmitir. Así, Sofy me modula claramente el mensaje “Ayúdame, que yo sola no puedo”, cuando la apetece “esconderse” en alguna habitación y se encuentra la puerta cerrada.

En la entrada posterior titulada “Sofy se ha vuelto habladora” indicaba un maullar repetido e insistente, en tono alto y rápido, para exigir comida de la buena; o un maullar tres o cuatro veces, con tono medio y cortado, después de escarbar en la tierra, para pedirme que limpiara la bandeja higiénica; o un maullar con largas pautas y tono quejoso, pidiéndome ayuda para encontrar la pelota con la que quiere jugar.

Pero nunca hasta hoy la había oído maullar tan fuerte y por tanto tiempo. Más que un maullido era un grito de angustia, de miedo, de terror…

Sofy descansando tras el susto

 

Llego a casa tras tomar un café con un amigo.  Abro la puerta. Sofy sale a dar un paseo por el rellano. No me preocupo, pues tras su paseo fuera de la vivienda se mete nuevamente en casa; o al mínimo ruido entra corriendo.

Pero hoy la escalera estaba muy silenciosa, demasiado. Veo que Sofy baja uno, dos, hasta tres peldaños de la escalera. Sigo sin preocuparme. Ya lo ha hecho más veces. Entro en la cocina y dejo las cosas. Luego salgo a buscar a Sofy, dejando la puerta abierta. Al asomarme por la escalera veo que ha bajado ya el primer tramo, ha dado la vuelta y se dirige al rellano del primer piso. ¡Ha llegado demasiado lejos!

La llamo dos, tres veces… No me responde. Me la imagino frente a la puerta del vecino de abajo, queriendo entrar, creyendo que está frente a su casa. La vuelvo a llamar. Comienza a maullar en un tono alto, angustiado. Unos vecinos bajan por las escaleras, comentando que puede ser “el gato de Angel” al haberme oído llamarlo. Me preguntan si me lo suben, si no araña. Sofy sigue maullando angustiada. El vecino la atusa, la calma, la toma en brazos y la sube, mientras comenta “Pues se deja coger bien”. Sofy ha dejado de maullar. La deposita en el rellano del suelo y Sofy entra corriendo en su casa.

“La curiosidad mato al gato”, es un dicho. En este caso la curiosidad de Sofy la ha dado un buen susto, la ha puesto en una situación muy estresante y angustiosa. Me pregunto: ¿La volverá a pasar?, ¿se acordará de ello cuando vuelva a salir al rellano?, ¿o mejor que sea yo quien no la deje salir para evitar males mayores?

A mi anterior mascota, Mysy, la ocurrió lo mismo dos veces durante su primer año de vida. La primera vez subió hasta un quinto y último piso; la segunda vez bajó hasta los trasteros. Pero luego no se repitió la situación en casi otros veinte años. Se ve que aprendió la lección, controlando su curiosidad.

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