El miércoles 15 Sofy cumplió 8 años, que se corresponde
aproximadamente con 48 años humanos. Y de regalo la di dos sobres de comida
húmeda, de la que más la gusta.
Unos días antes casi estropea el trabajo realizado por un
obrero en la cocina. Veamos.
Decido cambiar el suelo de la cocina y del baño, de baldosas
resbaladizas a un tapizado continuo antideslizante para evitar resbalones
desagradables. Un obrero toma las medidas, adquiere el material y comienza el
trabajo. Primero debe dar una pasta niveladora a los suelos.
En menos de una hora cubre el suelo de la cocina con la
pasta gris oscura. Inmediatamente pasa a dar la misma pasta al suelo del baño.
Me acerco a él y le comento:
- - ¿Cuánto tiempo debe estar sin pisarse para que seque bien?
- - En media hora ya está seco. Pero mejor esperar dos horas antes de pisarlo para que se endurezca bien.
- - Es que tengo gato y como pise sin estar duro…
- - No hay problema. Un gato pesa poco.
- - No, no es poco 6 kilos. Y si encima salta en lugar de andar, es peor.
Llamé a Sofy y acto seguido cerré la puerta de la
habitación. Dos horas más tarde, cuando ya se suponía que la pasta niveladora
estaba bien dura y Sofy podía andar sobre ella sin causar ningún desastre, abrí
a puerta y dejé que Sofy saliera a curiosear.
Una hora más tarde salí de la habitación y miré cómo habían
quedado los suelos. El del baño, bien. El de la cocina, un horror: Lleno de
pisadas de Sofy, unas más profundas que otras.
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Las claras huellas de Sofy |
¿Cómo era posible? ¡Si la había tenido encerrada dos horas,
precisamente para que no pisara los suelos recién trabajados!
Pero había sido posible a pesar de mi precaución. Al parecer
todo había pasado en muy pocos segundos. Mientras yo mantenía la breve
conversación con el obrero, Sofy había ido a la cocina para curiosear, para ver
lo que ese extraño había estado haciendo. Al lado de la puerta se había
encontrado un pequeño taco de madera, que interpretó como una pelota. Y jugando
a la pelota se había recorrido la cocina, pisando la pasta niveladora recién
echada.
¡Y no! Sofy no había sufrido ningún percance. Aquella tarde, cuando pude, la revisé las
cuatro zarpas y no aprecié en ellas ni heridas ni suciedad.
Al día siguiente le indiqué al obrero la trastada que había
hecho Sofy. No hubo problemas para continuar. Arrascaron convenientemente las
huellas dejadas por Sofy y pudieron poner el tapizado antideslizante
correctamente.
Eso sí, bien fuera porque olía a pegamento o porque la
superficie era muy áspera para su gusto, lo cierto es que Sofy estuvo dos días
enteros sin pisar ni el nuevo suelo de la cocina ni el del baño.
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