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sábado, 18 de mayo de 2019

Sofy y las huellas del delito




El miércoles 15 Sofy cumplió 8 años, que se corresponde aproximadamente con 48 años humanos. Y de regalo la di dos sobres de comida húmeda, de la que más la gusta.
Unos días antes casi estropea el trabajo realizado por un obrero en la cocina. Veamos.
Decido cambiar el suelo de la cocina y del baño, de baldosas resbaladizas a un tapizado continuo antideslizante para evitar resbalones desagradables. Un obrero toma las medidas, adquiere el material y comienza el trabajo. Primero debe dar una pasta niveladora a los suelos.
En menos de una hora cubre el suelo de la cocina con la pasta gris oscura. Inmediatamente pasa a dar la misma pasta al suelo del baño. Me acerco a él y le comento:
  • -          ¿Cuánto tiempo debe estar sin pisarse para que seque bien?
  • -          En media hora ya está seco. Pero mejor esperar dos horas antes de pisarlo para que se endurezca bien.
  • -          Es que tengo gato y como pise sin estar duro…
  • -          No hay problema. Un gato pesa poco.
  • -          No, no es poco 6 kilos. Y si encima salta en lugar de andar, es peor.

Llamé a Sofy y acto seguido cerré la puerta de la habitación. Dos horas más tarde, cuando ya se suponía que la pasta niveladora estaba bien dura y Sofy podía andar sobre ella sin causar ningún desastre, abrí a puerta y dejé que Sofy saliera a curiosear.
Una hora más tarde salí de la habitación y miré cómo habían quedado los suelos. El del baño, bien. El de la cocina, un horror: Lleno de pisadas de Sofy, unas más profundas que otras.

Las claras huellas de Sofy 

¿Cómo era posible? ¡Si la había tenido encerrada dos horas, precisamente para que no pisara los suelos recién trabajados!
Pero había sido posible a pesar de mi precaución. Al parecer todo había pasado en muy pocos segundos. Mientras yo mantenía la breve conversación con el obrero, Sofy había ido a la cocina para curiosear, para ver lo que ese extraño había estado haciendo. Al lado de la puerta se había encontrado un pequeño taco de madera, que interpretó como una pelota. Y jugando a la pelota se había recorrido la cocina, pisando la pasta niveladora recién echada.
¡Y no! Sofy no había sufrido ningún percance.  Aquella tarde, cuando pude, la revisé las cuatro zarpas y no aprecié en ellas ni heridas ni suciedad.
Al día siguiente le indiqué al obrero la trastada que había hecho Sofy. No hubo problemas para continuar. Arrascaron convenientemente las huellas dejadas por Sofy y pudieron poner el tapizado antideslizante correctamente.
Eso sí, bien fuera porque olía a pegamento o porque la superficie era muy áspera para su gusto, lo cierto es que Sofy estuvo dos días enteros sin pisar ni el nuevo suelo de la cocina ni el del baño.

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