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martes, 17 de julio de 2018

Juegos prohibidos con el gato




Pocas veces me he sentido plenamente identificado con un artículo. Pero esta vez sí. Frase a frase. La autora, Laura Trillo, aconseja tajantemente no jugar con nuestras manos con el gato, especialmente si tiene entre uno y dos meses de edad, que es cuando pasa por la fase de aprendizaje del autocontrol y la intensidad de la mordida. En esta fase, “al jugar con el gato con las manos, le estamos enseñando dos cosas: que nuestro cuerpo es presa (no olvidemos que el gato es un animal cazador), y que puede morder y arañar todo lo que quiera.”


Dije que me había identificado porque eso fue lo que me ocurrió con mi anterior mascota, Mysy, que jugaba con ella con mis manos, convirtiendo mis dedos en presas, cuando tenía apenas dos meses de edad.


La autora justifica plenamente la prohibición, pues de adultos “suelen convertirse en gatos que muerden muy fuerte, que se abalanzan sobre nosotros de buenas a primeras y nos muerden, que no tienen medida a la hora de morder ni controlan cuando es juego.”

Myfy, mi anterior mascota, enfadada.
Afortunadamente pasé enseguida a enseñar a Mysy otros juegos, como cuerdas, pelotas de goma, pequeños peluches, … Pero lo hecho, hecho está, y debía tener cuidado de que mis manos no se movieran de forma “provocativa”.


La autora aconseja que “si nos muerde [al jugar con él], no debemos mover la mano (si la presa se mueve, él muerde más fuerte) y debemos chillar, demostrándole que nos está haciendo daño.”


Cierto día, mientras estaba dando a Mysy un trocito de jamón york, ya adulta, se abalanzó y me mordió uno de los dedos que sujetaba la comida. No distinguió entre mi dedo y la comida. Para Mysy ambas cosas eran presas de igual categoría. Me hincó bien los pequeños colmillos. Me curé la herida, pero ésta se me infestó y tuve que ir a urgencias médicas a los dos días. Un raspado, una inyección y listo. Pero la médica que me atendió me dijo que un compañero suyo, cirujano, llevaba ya 20 días de baja por un suceso similar al mío: Su gato, jugando, le había mordido en la mano.


Finalmente la autora señala que “Hay que respetar el espacio vital del gato y no agobiarle cuando no quiere ser acariciado o cogido en brazos… que no le provoquemos problemas de comportamiento, que luego injustamente pagan ellos, pues estos gatos acaban abandonados o sacrificados, diciendo sus dueños que son "agresivos".


Mi actual mascota, Sofy, fue recogida en la calle junto a su hermana Abby, a la edad de tres meses. Ya había pasado la fase de aprendizaje del autocontrol y la intensidad de la mordida. Por eso, como he dicho en un spot anterior, las pocas veces que juego con ella con mis manos muerde sin hincar los colmillos y araña sin clavar las uñas.

Para leer el interesante artículo entero:  www.terapiafelina.com

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