A Mysy, mi
anterior mascota, la gustaba mucho jugar. O mejor dicho, tenía un gran instinto
cazador. Bastaba mover un dedo delante de ella para que se abalanzara sobre él
y lo arañara. Y si las uñas fallaban por estar recién cortadas, intentaba
hincar los dientes.
¿Agresiva?.
No, más bien muy juguetona.
Eso sí, la
palabra estrés no existía para ella. Era la dueña de la casa, y como tal la
defendía ante extraños. Ante una puerta cerrada, en lugar de enfadarse, gruñir
y darse media vuelta, la golpeaba con fuerza y perseverancia hasta que
conseguía abrirla. Era todo un carácter
Un primer plano de Sofy |
Sofy no hace
frente a los extraños que invaden su territorio, pues se da media vuelta y se
esconde lo más lejos posible.
Sofy no
insiste en acceder a algún lugar que no debe; simplemente maulla algo enfadada,
pero enseguida da media vuelta y se olvida.
Sofy no saca
nunca las uñas por muchas “perrerías” que se la haga, y por supuesto menos aún
los colmillos.
Y eso me
preocupa.
Me preocupa
que no defienda su territorio, que no insista en conseguir lo que quiere, que
no saque las uñas si se la importuna.
Me preocupa
que sea tan “buenina”.
Creo que por
eso está estresada, por no sacar fuera, exteriorizando de vez en cuando, su
instinto animal.
Jugando con Sofy |
Y por eso de
vez en cuando la hago renegar, o mejor dicho lo intento, bien tapándola la cabeza con mi mano o haciendo amago de arañarla en el lomo.
Pero pocas
veces consigo una respuesta.
En contadas
ocasiones responde. Entonces no saca las uñas como hacía Mysy. Muerde, o mejor
dicho acaricia con los dientes, sin hincar.
Y la gusta.
Está claro
que juega, porque en lugar de huir vuelve seis o siete veces a "morder" mi mano como si la misma fuera otro animal.
Pero
enseguida se cansa.
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