Hace unos días, un asunto
familiar urgente e ineludible, me obligó a ausentarme de casa dos días enteros,
dejando a Sofy sola.
No era la primera vez que
nos separamos. En otra situación anterior también habíamos estado dos días
separados, con motivo de una intervención quirúrgica leve que me hicieron en el
hospital.
Pero en aquella primera vez
se había quedado con mi madre y mis hermanos.
Ahora era distinto. Ahora se
quedaba sola.
Sola por dos días, tal vez
por tres.
¿Cómo reaccionaría?...
¿Me echaría de menos?...
La comida, seguro, que la
duraría los dos días, tal vez tres. Pues puse el cuenco a rebosar … Pero de
pienso seco, del que sólo come cuando tiene hambre de verdad.
La bebida igualmente la
duraría toda mi ausencia, pues todos los gatos beben muy poca agua, salvo
que tengan problemas de riñones.
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Mirada de Sofy |
En cualquier caso, una
vecina se ofreció a echarla comida húmeda, que la encanta, en el segundo día de
mi ausencia. Para Sofy no era una persona desconocida.
Y efectivamente así ocurrió.
Pero no como estaba previsto
que ocurriera.
La vecina me comentó que
Sofy estaba refugiada en mi habitación cuando ella llegó, que a pesar de
llamarla insistentemente tardó un buen rato en salir de su refugio para “devorar”
un rico plato de comida húmeda, que la había notado muy decaída…
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Semblante de Sofy |
¿Me echó de menos? No cabe
duda que sí.
A Mysy, mi anterior mascota
felina, la dejé en una ocasión sola en casa durante tres días. La había dejado
comida y agua suficiente.
A la vuelta no había ni rastro
de comida ni de agua. Conociéndola, seguro que se había devorado el primer día
toda la comida; y los otros dos días ayunando.
Supongo que Mysy me echó de menos;
pero era tan independiente, tan suya, que no creo que lo pasara tan mal en mi
ausencia como debió pasarlo Sofy.
Y es que hay gatos y gatos;
unos, muy independientes, muy apegados a la comida; otros, menos
independientes, más apegados a los dueños.
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