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domingo, 9 de agosto de 2015

Sofy tiene una obstrucción de feromonas



Finales de Mayo. 
Tras un rato recostada a mi lado mientras veo la televisión, Sofy se levanta y se aleja hacia el otro extremo del sofá. Al levantar el rabo mientras se desplaza, observo algo raro al lado derecho del ano. 
Espero que se aposente. Luego me acerco a ella y veo que hay una zona rojiza con minúsculos puntos sangrantes formando una corona circular de centímetro y medio de diámetro. 
No parece una herida, sino una erupción cutánea.
No tengo ni idea de cuántos días lleva así. Supongo que algunos. No demasiados, porque lo  hubiera visto al asease con frecuencia.
Determino que al día siguiente la llevo al veterinario.
Mientras tanto sopeso la idea de ponerla Betadine o la pomada para las patas, pero lo descarto por no estar claro que sea una herida.
Por la mañana no puedo llevarla al veterinario. Tampoco pueden mis hermanos.

Son las cuatro y media de la tarde. Hay que meter a Sofy en la cesta de transporte. Pero en cuanto la ve corre a refugiarse tras el sofá del comedor.
Enseguida asocia la cesta con un viaje; y a los gatos no les gusta nada viajar.

Meto la cesta en el pequeño cuarto donde come y abro un sobre con su comida húmeda preferida.
A los pocos segundos aparece. Va directa hacia el recipiente de la comida.
Pero al ver la cesta da media vuelta y se va.
Cojo el sobre plastificado de la comida y lo doblo varias veces.
A los pocos segundos Sofy vuelve a aparecer, atraída por el sonido.
Ve la cesta, se detiene, duda, pero al final entra y se va directa al bool de comida.
Cierro la puerta, la cojo y la meto en la cesta de viaje, no sin alguna dificultad dado que se resiste con fuerza a que la encierren.

Sofy sobre la cómoda de la habitación.

Llego el primero a la clínica veterinaria, pero al ir sin hora, sin avisar, debo esperar a que atiendan a tres perros antes. Afortunadamente es cosa de poco, dos de ellos sólo fueron a vacunarse.
Mientras espero, otro gato merodea por el interior de la clínica, cruzándose con los canes sin inmutarse. Afortunadamente los canes estaban bien sujetos con correas. No obstante, no me dio la sensación de que ninguno de los canes fuera agresivo, de que ninguno fuera un “cazagatos”.

Me llega el turno. La veterinaria pesa a Sofy. Cinco kilos y 270 gramos.
Al ser más de 5 kilos pregunto si está algo obesa.
Me dice que no, que está bien de peso, que la obesidad depende de la raza.

La erupción sangrante, difícil de ver.
Nada más ver la zona en cuestión la veterinaria comentó que sabía lo que era, sin más pruebas que la visualización. Me explicó que los gatos tienen dos conductos muy finos que van del ano a cada parte de la zona izquierda del trasero. Al defecar, expulsan feromonas al exterior por dichos conductos, para marcar el territorio o llamar a otros gatos. Simplemente uno de los conductos se había obstruido y se había infectado, produciendo una erupción en la zona correspondiente. Era algo muy difícil de ocurrir, pero a veces se producía.

La solución, la cura, era inyectar tres veces por el ano una solución, un compuesto medicinal. Lo haría ella al ser un proceso algo delicado y doloroso para el gato. Entre medias de cada proceso yo debía darle a Sofy dos pastillas diarias de antibióticos en las comidas, bien envueltas entre el pienso o disueltas en el agua.

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