Finales de
Mayo.
Tras un rato recostada a mi lado mientras veo la televisión, Sofy se
levanta y se aleja hacia el otro extremo del sofá. Al levantar el rabo mientras
se desplaza, observo algo raro al lado derecho del ano.
Espero que se aposente.
Luego me acerco a ella y veo que hay una zona rojiza con minúsculos puntos
sangrantes formando una corona circular de centímetro y medio de diámetro.
No
parece una herida, sino una erupción cutánea.
No tengo ni idea de cuántos días lleva así. Supongo que algunos. No demasiados, porque lo hubiera visto al asease con frecuencia.
Determino que
al día siguiente la llevo al veterinario.
Mientras
tanto sopeso la idea de ponerla Betadine o la pomada para las patas, pero lo
descarto por no estar claro que sea una herida.
Por la mañana
no puedo llevarla al veterinario. Tampoco pueden mis hermanos.
Son las
cuatro y media de la tarde. Hay que meter a Sofy en la cesta de transporte.
Pero en cuanto la ve corre a refugiarse tras el sofá del comedor.
Enseguida
asocia la cesta con un viaje; y a los gatos no les gusta nada viajar.
Meto la cesta
en el pequeño cuarto donde come y abro un sobre con su comida húmeda preferida.
A los pocos
segundos aparece. Va directa hacia el recipiente de la comida.
Pero al ver
la cesta da media vuelta y se va.
Cojo el sobre
plastificado de la comida y lo doblo varias veces.
A los pocos
segundos Sofy vuelve a aparecer, atraída por el sonido.
Ve la cesta,
se detiene, duda, pero al final entra y se va directa al bool de comida.
Cierro la
puerta, la cojo y la meto en la cesta de viaje, no sin alguna dificultad dado
que se resiste con fuerza a que la encierren.
Sofy sobre la cómoda de la habitación. |
Llego el
primero a la clínica veterinaria, pero al ir sin hora, sin avisar, debo esperar
a que atiendan a tres perros antes. Afortunadamente es cosa de poco, dos de
ellos sólo fueron a vacunarse.
Mientras
espero, otro gato merodea por el interior de la clínica, cruzándose con los
canes sin inmutarse. Afortunadamente los canes estaban bien sujetos con correas.
No obstante, no me dio la sensación de que ninguno de los canes fuera agresivo,
de que ninguno fuera un “cazagatos”.
Me llega el
turno. La veterinaria pesa a Sofy. Cinco kilos y 270 gramos.
Al ser más de
5 kilos pregunto si está algo obesa.
Me dice que
no, que está bien de peso, que la obesidad depende de la raza.
La erupción sangrante, difícil de ver. |
Nada más ver
la zona en cuestión la veterinaria comentó que sabía lo que era, sin más
pruebas que la visualización. Me explicó que los gatos tienen dos conductos muy
finos que van del ano a cada parte de la zona izquierda del trasero. Al
defecar, expulsan feromonas al exterior por dichos conductos, para marcar el
territorio o llamar a otros gatos. Simplemente uno de los conductos se había
obstruido y se había infectado, produciendo una erupción en la zona
correspondiente. Era algo muy difícil de ocurrir, pero a veces se producía.
La solución,
la cura, era inyectar tres veces por el ano una solución, un compuesto
medicinal. Lo haría ella al ser un proceso algo delicado y doloroso para el
gato. Entre medias de cada proceso yo debía darle a Sofy dos pastillas diarias de
antibióticos en las comidas, bien envueltas entre el pienso o disueltas en el
agua.
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