Mientras
estoy sentado en una terraza observo la puerta de un bar cercano.
Un hombre se
acerca con un pequeño perro, demasiado pequeño para seguir los pasos de su dueño.
El hombre, de
unos cuarenta y cinco años, mira varias veces a uno y otro lado, como buscando
a alguien con la mirada, casi parado, y finalmente
entra en el bar.
El perro
intenta seguirle. A la entrada hay un banzo.
El banzo
tiene entre 15 y 20 cm de altura, una considerable altura para un cachorro en
su, supuestamente, primera o segunda salida a la calle
Con mucho
esfuerzo y tras varios intentos, el perrito logra salvar el banzo y entra en el
bar, tras el supuesto dueño.
Esta es la imagen encontrada que guarda más parecido con el perro del relato |
Una vez
dentro se va a un lado, vuelve, luego se va al otro lado del bar y vuelve otra
vez.
Está
desorientado.
Supuestamente
busca al amo y no lo encuentra.
Al rato el
supuesto dueño sale del bar y se aleja del lugar, indiferente al perro.
El perrito
sale tras él, salta el banzo y su cuerpo pierde el equilibrio, pero afortunadamente no se cae al suelo de la acera.
Intenta seguir a su dueño, pero su muy lenta velocidad hace que el hombre se distancie cada vez más.
Intenta seguir a su dueño, pero su muy lenta velocidad hace que el hombre se distancie cada vez más.
Por fin el
hombre se para, habla un rato con alguien, y luego retorna hasta donde se
encontraba el perrito. Ambos giran sus cuerpos y se meten en un cercano portal.
Sí, lo se. Este blog va de gatos. No de perros. Pero la escena, la situación, el momento, no podían dejarse escapar, no podía caer en el olvido. Si leen otra vez el relato, seguro que me entienden.
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