Tanto a
mi anterior mascota, Mysy, como a la actual, Sofy, las encanta jugar con las
pequeñas pelotas de goma. Pero hay más de una diferencia significativa.
Mysy no
empezaba a jugar hasta que yo se la lanzaba; y terminaba de jugar cuando se la
metía debajo de algún sitio inalcanzable, momento en el cual se enfadaba y
maullaba buscando mi ayuda para recuperar la pelota. Cuando, en el transcurso
del juego, la pelota se detenía, ya no se movía, Mysy la cogía con la boca y me
la traía para que se la volviera a lanzar y estar otro buen rato jugando.
Sofy
comienza a jugar cuando tiene ganas, sin esperar que yo se la tire; simplemente
la busca y, si la encuentra, comienza a jugar. No termina de jugar con ella
porque se pare. Tampoco porque se la pierda. Nunca se la pierden. Al contrario,
es ella la que juega a esconderlas, bien detrás de una puerta abierta, debajo
de un mueble o empujándolas detrás de un armario Y claro, tarde o temprano, no
puede recuperarlas y se termina el juego.
¿Qué libro leo hoy? |
A Mysy,
ignoro por qué, la encantaba jugar con pequeños objetos de madera, fueran
cucharas, lapiceros, reglas. Y también con gomas de borrar. Pero no quería para
nada los objetos de plástico o metal.
Sofy,
por el contrario, hace ascos a los objetos de madera y la encanta jugar con
pequeños objetos de plástico o de metal, como bolígrafos, peines o chinchetas.
Mysy
era una gran escaladora, siempre saltando y subiéndose a lo más alto, aunque
luego no se atreviera a volver al suelo. Sofy muy raramente escala o salta una
altura superior a la mesa del comedor.
En lo
que sí han coincidido es en jugar con un trozo de paño, sea media, calcetín u
otra cosa similar. Primero cogiéndolo con las zarpas, y luego mordiéndolo
firmemente para que no se escape.
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