Agosto se
presenta muy caluroso. A Sofy no parece importarla mucho, pues soporta muy bien
el calor. Tras quince días de tratamiento parece que está bien: El pelo de las
patas la ha vuelto a crecer y no se muerde.
Pasan sólo dos
días sin medicamentos y vuelve a morderse. Consulto por teléfono al
veterinario. Otros quince días con el mismo tratamiento y volver a revisión a
finales de agosto.
No me gusta la
idea de que, para estar sin autolesionarse, tenga que estar medicamentándose.
Entre otras cosas porque ha perdido viveza, ganas de jugar con las pelotas, de
hacer acrobacias en los travesaños de las sillas…
Sofy, de vacaciones, reposando. |
En apenas 50
minutos se llega a otra vivienda que ya conoce.
Por la noche
intenta entrar en las habitaciones, se supone que para dormir debajo de alguna
cama o en algún rincón. No se la permite, y duerme sobre un trapo encima del
sofá del comedor.
Husmea las
plantas de la galería, comiendo algunas hojas. Luego vomita, por primera vez.
Está muy claro que necesitaba purgarse. A la vuelta la pondré otra maceta de
hierba. Y espero que esta vez no se marchite.
Por dos veces
ha brincado del suelo a una ventana abierta. Por dos veces a estado a punto de
precipitarse al vacío. Dicen que los gatos caen de pie, que apenas se hacen
daño. Aunque eso sea verdad, yo prefiero que no caiga, “por si las moscas”.
Ya hablaré en
otro post sobre las ventanas y los gatos.
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