Sofy
ya tiene 5 años. Mayoría de edad para casi todos los tipos de gatos. Y se nota.
Numerosas veces, tras jugar algunos minutos con la pelota, la deja de repente y
se va al comedero; toma unos bocados de pienso y, relamiéndose los bigotes,
vuelve con energía a jugar con la pelota. Ya no aguanta como antes mucho tiempo
seguido de ejercicio. Será por el peso, además de por la edad, pues pesa casi 6
kilos; y eso es obesidad para casi todos los gatos. Pero para Sofy no, pues
según la veterinaria, para su raza ese peso aún es normal en gatos adultos.
Sofy, sobre la cómoda del pasillo |
La
edad, no tanto como el peso, se nota también en los saltos y carreras. A medida
que se ha hecho mayor, la frecuencia de saltar a las alturas ha disminuido. De
todos modos Sofy no es de los gatos que les gustan las alturas, o mejor dicho
saltar a las alturas.
Mi
anterior mascota, Mysy, mitad angora, mitad siamés, al menos hasta bien entrada
en la edad madura, la encantaba saltar a los sitios más altos, aunque en
algunos casos luego no se atreviera a bajar.
Sofy
calcula mucho la altura antes de saltar; incluso a veces, a pesar de su
curiosidad o interés, desiste.
Una
cómoda en el pequeño distribuidor del pasillo, de metro y medio de alto. En la
cúspide una tarima plana. Y sobre ella dos figuras decorativas y un tiesto con
flores de plástico, todo muy atractivo para la curiosidad de un gato.
Pero
durante cinco años no la vi ni en una sola ocasión intentar saltar encima de la
cómoda. Y es que metro y medio es una considerable altura.
Lo era ciertamente. Pero no tanto como la curiosidad felina.
Lo era ciertamente. Pero no tanto como la curiosidad felina.
Sofy moviendo peligrosamente el florero. |
Unas
pequeñas obras en la vivienda… Una silla que se deja en mitad del pasillo, al
lado de la cómoda… Y ocurrió lo propio: En cuanto Sofy vio la silla saltó sobre
ella, para inmediatamente después saltar sobre la cómoda.
¡Qué inteligente utilizar la silla como trampolín para salvar una altura hasta ahora inalcanzable!.
¡Qué inteligente utilizar la silla como trampolín para salvar una altura hasta ahora inalcanzable!.
Al
percatarme de ello, tomé la cámara de fotos y me acerqué para hacerla algunas
instantáneas.
Olfateó
las dos figuras de porcelana, dos pequeños dragones, y se desentendió de ellos
enseguida. Estaba claro: No olían a nada, no eran animales, sólo eran cosas sin
interés.
Olfateó
el jarrón de cristal, luego las flores de plástico, y enseguida comenzó a
morder y tirar de una finas y largas ramitas verdes que completaban la
decoración del florero.
Y
el florero, claro está, casi sin peso, comenzó a deslizarse peligrosamente.
Tuve que intervenir y separar a Sofy del florero.
Tras dos o tres veces de
intentar acercarse al mismo, al ver que yo no la dejaba hacerlo, saltó a la
silla y luego al suelo. Rápidamente retiré la silla del pasillo, pues de lo
contrario el jarrón de cristal pronto habría “pasado a mejor vida”.
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