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miércoles, 19 de diciembre de 2012

Mysy y Sofy ante extraños



Hace veinte años en la comunidad de vecinos había muchos niños. De vez en cuando algún vecinito entraba en casa para ver a mi anterior mascota, Mysy, y si se dejaba, acariciarla, lo cual ocurría de forma muy extraordinaria. Mysy huía de todos los adultos, tras bufarles primero. Sin embargo se acercaba a los niños, les olía y permanecía a corta distancia de ellos; pero eso sí, era muy raro que se dejase tocar o acariciar.
Con el tiempo aprendí a saber, con un 90% de seguridad, cuándo Mysy podía ser acariciada por un “intruso” sin que buzara o enseñara las uñas y los dientes. También debo añadir que con Mysy se cumplía lo de “perro ladrador, poco mordedor”; pero, por si acaso, tenía buen cuidado para que no arañara a nadie al verse importunada por la presencia de extraños.

Mysy enseñando los colmillos
Sofy es muy diferente en este sentido como ya he dicho en más de una ocasión. No bufa a nadie, ni enseña las uñas o los dientes. Al contrario, se esconde y tarda tiempo en aparecer de nuevo. Se deja coger y acariciar por todo el mundo, aunque sea sólo un ratito.
Se podría decir que no defiende su territorio, al contrario de la mayoría de los felinos. Y eso me hace pensar que al no tener una plena identidad con su territorio, dicha carencia la demuestre con el estrés que al parecer padece.
Es decir, lo de “no hay mal que por bien no venga” se podría aplicar en este caso a Sofy, pero al revés.



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