Llueve. Entramos en casa. Mi hermana
deja el paraguas, tras cerrarlo, escurriendo agua, en el paragüero. Mi hermano,
sin cerrarlo, lo deja en mitad del pasillo.
- - ¿Dónde está Sofy? – Pregunta
mi hermana al rato. – No la veo.
- - Aquí no está. – Respondo yo
desde la habitación del ordenador.
- - En el servicio no está, pues
acabo de salir yo. – Dice mi hermano.
- - ¿No está en su cuna? –
Pregunto. – Aunque sería muy raro.
- - No. Ya he mirado y no está en
la cuna.
- - Estará debajo de alguna cama.
– Inquiero.
- - No, antes se han cerrado las
habitaciones y el gato estaba fuera.
- - Bueno, pues ya saldrá de donde
se halla escondido…
No. No era la primera vez que Sofy
estaba ilocalizable… ¡Dentro de la casa!
¿Dónde se había escondido?
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Fotocomposición imaginaria de Sofy bajo el paraguas negro |
Razones tenía para esconderse. La tocaba
cortar las uñas. Y eso es algo que, desde pequeña, lo ha llevado muy, pero que
muy mal. Creo haber comentado ya que en una ocasión la veterinaria se empeñó en
cortarla las uñas sin ayuda… Y claro, nada más empezar tuvo que llamar a la
ayudante. En la actualidad, a veces, se necesitan tres personas para cortarla
las uñas: Una para sujetarla, otra para distraerla y la tercera para manejar el
cortauñas.
- - Pero José, ¿cómo has dejado el
paraguas en mitad del pasillo, escurriendo? ¿Para qué está el paragüero?
Mi hermano fue a retirar el paraguas del
suelo y se llevó una sorpresa: Sofy estaba debajo del paraguas, agazapada,
escondida. ¡Lástima!, no haberla sacado una foto.
Por supuesto que, en cuando cogió el
paraguas y lo alzó del suelo, Sofy abandonó corriendo el lugar en busca de un
nuevo escondite.