A los gatos les encantan las alturas.
Todos hemos oído historias en las que, bien por escapar de sus perseguidores,
bien por propia curiosidad, un gato se ha subido a un árbol y luego no ha
podido bajar sin ayuda humana.
También los que tenemos gatos vemos a
diario la fascinación que sienten por las ventanas, ya que son capaces de
estarse mucho, muchísimo tiempo, observando la calle tras el cristal de una
ventana.
Pero cuando no hay cristal de por medio,
y encima la ventana se encuentra a una considerable altura, la situación puede
ser muy peligrosa.
Afortunadamente para Sofy, si algún día,
al saltar a la repisa de la ventana abierta, resbalase y cayera al vacío, la
altura sería de unos tres metros, pues caería en la pequeña terraza que tienen
los vecinos del piso inferior al mío. Y con esa altura apenas se haría daño
alguno.
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Sofy en la repisa de la ventana |
Otro asunto sería que cayera desde la
ventana de un cuarto piso a la calle, como ayer mismo me comentó un conocido.
Le habían regalado un gato de pocos meses de edad. A la segunda semana de
tenerlo en el piso, vio una ventana abierta y saltó. Por desgracia la ventana
no tenía repisa y el gato se precipitó al vacío desde un cuarto piso. Y claro,
aterrizó bastante mal. Se lastimó las patas y el hocico. Hubo que realizarle
varias operaciones, no fue nada fácil el post operatorio, ni para el gato ni
para su dueño, y el gasto clínico ascendió a unos mil euros.
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Sofy observando la calle en la repisa |
Precaución, un mínimo de precaución es
la clave para evitar accidentes desagradables. Pero sin pasarse, sin tapar
todas las ventanas con una rejilla metálica, como ha hecho otra conocida mía,
para evitar que su gata saltara y se precipitase al vacío, convirtiendo la casa
en una cárcel para ella y, en menor medida, para su gata. Simplemente no abrir
las ventanas estando nuestra mascota presente.
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Leer más sobre el tema en: sofy-y-las-ventanas y siguientes dos spot de 2012