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viernes, 24 de marzo de 2017

La cola de los perros




El Congreso ha prohibido el pasado jueves 16 la amputación de las colas de perros por razones meramente estéticas o de una presunta mayor eficacia para cazar. La norma supone la ratificación del Convenio Europeo sobre Protección de Animales de Compañía de 1987, que prohíbe las operaciones quirúrgicas a mascotas "cuyo objeto sea modificar la apariencia de un animal de compañía o conseguir otros fines no curativos".
A nivel nacional vamos con 30 años de retraso. Habrá que esperar a finales de año para que el convenio entre en vigor en España. A falta de una ley marco estatal, en siete de las diecisiete comunidades autónomas ya estaba vetada la sección de rabos de canes: Andalucía, Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana, Madrid, Murcia y Navarra.
Tampoco estará permitido cortarles las orejas, la sección de las cuerdas vocales y la extirpación de uñas y dientes. Ni, por supuesto, la extirpación de las uñas a los gatos. El convenio aprobado contempla las intervenciones quirúrgicas en algunas excepciones, como por ejemplo impedir la reproducción.
¿Y qué pasará si alguien decide cortar la cola o las orejas a un perro cuando ya esté prohibido? «Una amputación, desde el 1 de julio de 2015, se considera un delito de maltrato animal desde la reforma del Código Penal»
Los veterinarios están obligados a reflejar en el historial médico del animal cualquier intervención quirúrgica. Y en el supuesto de que se realice una amputación fuera de la legalidad, además del propietario, según abogados de Derecho Animal, «el veterinario también estaría incurriendo en un delito».

Un perrito, atendiendo algo de su interés.

Pero, ¿por qué es tan importante la cola en los perros?. A falta de un recurso mejor, los perros emplean gestos y movimientos de su cuerpo para hacer saber su estado de ánimo y expresar sus emociones; y de todo su físico, la cola es la parte más expresiva, seguida de las orejas.

Movimiento en círculos. Con este movimiento, el perro indica empatía, jolgorio y ganas de jugar.
Movimientos rápidos de un lado a otro. Implican agitación, felicidad y alegría, pero también impaciencia y nerviosismo. 
Movimiento corto y rápido. Sumado a las orejas dobladas hacia atrás y a enseñar los dientes, no hay duda: se dispone a atacar.
Cola levantada, con la punta hacia arriba. Es el perro dominante, el que manda.
Curva levantada pero curvada. Demuestra su confianza y su autocontrol.
Cola extendida horizontalmente. Quiere decir que el perro está atendiendo a algo que atrae su interés.
Cola extendida horizontalmente y tensa. Si es acompañado de pelo erizado, posible enfrentamiento. 
Cola baja, alejada de las patas traseras. Significa que el animal está tranquilo, relajado y a gusto.
Cola baja, cerca de las patas traseras y con ligeros movimientos laterales. Inseguridad; no se fía.
Cola entre las patas. El animal está muy asustado, con temor a ser agredido. También sumisión.

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Fuentes:  El País digital y Mundoanimalia.com

lunes, 20 de marzo de 2017

Sofy enredando sobre la cómoda



Obras en el pasillo de casa. Una cómoda que sirve de zapatero estorba en el pequeño distribuidor. Se cambia de lugar. Va a parar a un rincón del dormitorio, al lado de una silla.
            Me voy a la cama, dejando la puerta entreabierta. A los pocos minutos aparece Sofy. Yo aún no me he acostado. Mientras yo estoy hecho polvo, ella está tan fresca. Se ha pasado más de la mitad del día durmiendo. Supongo que tiene ganas de jugar un rato y la lanzo una pelota.
Pero no. No va a por la pelota. Enseguida detecta que en la habitación ha habido cambios. Enseguida se fija en el nuevo mueble, en la cómoda del rincón. Se acerca a él y mueve varias veces la cabeza de un lado a otro, como tanteando… Se para un rato y luego se aleja del mueble.
Parece que va a buscar la pelota fuera del dormitorio, por donde se la he arrojado, pero al llegar a la puerta da media vuelta y se acerca a una silla. No tarda en brincar sobre la silla. Estira el cuello, fijando sus ojos sobre el dintel de la cómoda. Parece medir la distancia. En seguida salta y aterriza sobre el mueble, no sin tropezar ligeramente con una de las dos figuras que lo adornan.

Sofy, atrapando las finas hojas del jarrón.
Mi primera reacción es levantarme e intentar echarla de allí para evitar que tirase al suelo alguna figura o el jarrón de cristal con las flores de plástico.
Pero Sofy se revuelve y no quiere saltar al suelo. Desisto, me siento en la cama y la observo. “¡A ver qué haces!”.
Las figuras, dos dragones cerámicos de tamaño muy inferior a ella, no los tiene en cuenta. Pero enseguida se topa con las verdes ramas que acompañan a las flores de plástico, ramas que desbordan el jarrón y aterrizan en la superficie plana de la cómoda.
Intenta agarrar las ramas con la zarpa. Se la escurren. Las muerde una y otra vez. Pero no se dejan atrapar. Son muy finas.

Sofy, ¿a qué huelen las ramas?
Por fin parece que una rama ha quedado atrapada entre los dientes. Mueve la cabeza y, como era de suponer, el jarrón también se mueve. Me levanto y la invito a saltar al suelo, esta vez sin miramientos. Lo entiende, salta a la silla y desde ahí al suelo.
Pero antes de apagar la luz, vuelve otra vez, salta a la silla, luego a la cómoda, y se enreda con las ramas que se desbordan del jarrón. Las huele una y otra vez, pone gestos muy cómicos y chocantes, intenta morderlas…
Desde ese su gran descubrimiento, es muy raro el día que no repite una o dos veces el mismo protocolo. Sí, a veces ha movido el jarrón, pero nunca lo ha tirado. ¡Toquemos madera!.

jueves, 9 de marzo de 2017

Plaga de gatos (asilvestrados)



Leo en un periódico digital que en una población de Tarragona, en España, se detectó una plaga de gatos silvestres, callejeros, a la que había que hacer frente por razones de salud pública. “Muchos de los gatos de la colonia estaban afectados de pulgas y podían transmitir enfermedades.”
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El Ayuntamiento optó por recurrir a una empresa especializada, que ha capturado buena parte de estos animales (más de 30) y los ha trasladado posteriormente a un centro zoológico. La asociación Acción por los animales ha protestado y con razón:
“En muchas ocasiones, cuando una colonia de gatos de calle disminuye se crea un efecto vacío que provoca que la zona se llene de nuevo con nuevos individuos”. Lamentan que en estos casos no se opte por esterilizar a la colonia. “Esta alternativa serviría para estabilizar el número de nacimientos y para evitar que entren nuevos gatos, ya que estos animales son muy territoriales y defienden su espacio”.
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Indican que se deben seguir algunas pautas para alimentar a los gatos callejeros correctamente, como usar comida seca.Además, según los animalistas, la opción que ha escogido el consistorio es “más cara” que la esterilización de los felinos callejeros.

Gato depredador con su presa


Otra cosa distinta es que los gatos asilvestrados invadan zonas que no son de su hábitat natural, o que se introduzcan en zonas de reservas protegidas.
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Un gato no es un león, ni una pantera, ni un tigre. Pero al igual que sus “primos mayores” es un depredador. Quienes tienen mascotas felinas habrán observado varias veces cómo nuestro gato nos obsequia con un trofeo de caza, sea ratón, pájaro o lagartija. Aunque no se la coma, su instinto le obliga a cazar.
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Si el gato está domesticado, es una mascota, sus presas raramente se pondrán en peligro de extinción. Pero si son gatos silvestres, sus presas podrían estar, como especie, en verdaderas dificultades.
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Leo en el periódico que hace ya 11 años se libra una guerra secreta contra los gatos silvestres. En concreto desde el día 25 de abril de 2006, en que un gato callejero apareció en la playa canaria del Inglés con el cadáver de un lagarto gigante de La Gomera en sus fauces, uno de los 50 ejemplares en libertad de esta especie.
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“Los gatos asilvestrados que se pasean por las islas del mundo han empujado a la desaparición de, al menos, 22 especies de aves, nueve de mamíferos y dos de reptiles, el 14% de todas las extinciones de animales vertebrados registradas”.
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Leo que las islas son paraísos de biodiversidad. Son el hogar del 15% de las especies terrestres del planeta y en ellas sobrevive el 37% de las especies en peligro crítico de extinción. 

martes, 7 de marzo de 2017

Sofy sobre el cristal



Durante más de cuatro años he visto a Sofy subirse a casi todos los sitios accesibles de la casa. Y digo casi todos porque hay uno, y muy accesible, al que nunca la había visto subirse.
Hasta que la vi por primera vez.
Entré en casa. Me extrañé de que Sofy no saliera a recibirme al pasillo, o que no estuviera detrás de la puerta al abrirla con llave.
Avancé hacia el comedor y terminé de abrir la puerta, que estaba medio abierta.
Y me llevé una sorpresa: Sofy estaba apoyada sobre sus cuartos traseros, erguida, mirando para mí, encima del cristal de la mesita central del comedor.
No medía ni 60 cm de altura. De un salto podía acceder a ella. Pero nunca lo había hecho.
Busqué rápidamente la cámara de fotos y la saqué dos o tres instantáneas, a pesar de que había poca luz.
¡A saber cuándo la volvería a ver encima de la mesita!.
Estuvo un buen rato en esa posición.

Sofy, bostezando sobre el cristal.


En los siguientes meses la he vuelto a ver subirse a la mesita, sentarse en el cristal, estar un rato y luego saltar al suelo. Pero pocas, muy pocas veces. Y en todas ellas un dato muy curioso: Nunca se ha echado para dormitar sobre el cristal, y menos aún tener una actitud acechante, en cuyo caso su tripa hubiera estado directamente en contacto con el cristal.
Me consta que el tardar tanto en subirse por primera vez a la mesita es a causa de su superficie de cristal.
Pero, ¿por qué el cristal?.
¿Acaso por ser más frío que la madera, la tela, el parquet?.
También es fría la encimera de la cocina, y muchas veces se sube a ella y se da un paseo, aunque nunca se echa a descansar.
Tal vez, solo tal vez, la superficie de cristal la recuerde a la metálica superficie de las clínicas veterinarias, y por ello la imponga cierto respeto.
Y es que un gato, por muy movido que sea, en cuanto un veterinario le saca del transportín y le coloca en la encimera metálica, el gato se queda parado, como petrificado.