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jueves, 30 de agosto de 2012

Sofy, el circo en casa

Tras más de veinte años observando diariamente los juegos y diabluras de un gato casero se podría pensar que, tras adoptar otro, pocas cosas te pueden sorprender. Pues no. Afortunadamente no.
Los paquetes de pan de molde suelen tener una pequeña cinta metálica (supongo que de aluminio) para el cierre. Cuando ya tenía el paquete medio vacío, hice un nudo para cerrarlo y tiré la cinta a Sofy para que jugara con ella.
Al principio dio tres o cuatro vueltas por el comedor correteando con la cinta como si de una pelota se tratase. Luego se cansó, cogió la cinta con la boca y la depositó bajo una de las sillas del comedor.
Lo que siguió fue asombroso: Se levantó, alzó su cuerpo hasta ponerse en pie y se dejó caer bajo un travesaño de la silla, al tiempo que intentaba agarrar con sus zarpas la cinta depositada bajo la silla. Así estuvo un buen rato, repitiendo varias veces dicho movimiento, a mi entender haciéndose daño en la barriga. Luego saltó, se tumbó en el suelo, se dio media vuelta y cruzó sus cuatro patas en el travesaño de la silla, balanceándose. Se cayó de culo, se volvió a girar en el suelo y volvió a balancearse en el travesaño. Luego jugó un rato con la cinta, hasta que la perdió bajo la mesa, y volvió a trepar por los travesaños de la silla, balanceándose una y otra vez.

Sofy, balanceándose en la silla.
Era como si, en lugar de un gato, por unos minutos se hubiera convertido en un mono; y paralelamente como si en lugar de unas sillas fueran árboles con robustas ramas donde columpiarse. Pero claro, la zarpa de los gatos no tiene la habilidad prensil de la mano de un mono, por lo que los giros y acrobacias de Sofy en las sillas la daban un aspecto más espectacular, sorprendente, gracioso.
Afortunadamente tenía la cámara de fotos a mano y la pude sacar algunas instantáneas. 
Me la imaginé en un circo realizando todo tipo de acrobacias.
Recordé, no obstante, una frase de Garfield, el gato de dibujos animados, que decía algo así: “Los únicos (animales) que nunca hemos hecho el imbécil en el circo... ¡somos los gatos!.".
Por algo será.  

lunes, 27 de agosto de 2012

Aparecen las pelotas perdidas


Sofy  ya lleva perdidas 8 pelotas de goma. ¿Dónde las esconde?. No tengo más, y tampoco pienso comprarla más. ¡Tengo que encontrarlas!.
Hace más de una semana que perdió su octava pelota. Me decido a buscarlas a fondo: Miro en todos los estantes abiertos, detrás de los libros, en los rincones de cada habitación. ¡Nada!.
Retiro algo la mesa del ordenador, cojo la aspiradora y meto la boquilla por un altillo inferior de la parte trasera del mueble, con bastante dificultad. Al rato oigo un ruido extraño: Retiro la boquilla y encuentro una pelota taponando la entrada. Apago la aspiradora y recojo la pelota. ¡He acertado!. Repito la operación y encuentro tres más. Ya son cuatro de las ocho. Puede que haya más. Pero no puedo retirar más la mesa por el amasijo de cableado. Mi hermano terminará de buscarlas, asegurándonos que no haya más debajo y tapando la rendija para que no se vuelvan a “perder”.

Sofy descansando, tras jugar con la pelota de goma.
Hago memoria y me doy cuenta de algo en lo que hasta ahora no había caído, aunque es muy evidente: No esconde las pelotas, no tiene un escondrijo donde ocultar sus juguetes favoritos. Tras jugar un buen rato con ellas por los pasillos de la casa o el centro de algunas habitaciones, las empuja hacia sitios inaccesibles, se está un buen rato alargando las patas para llegar a ellas, y cuando se cansa las deja por imposibles. Recuerdo una vez haberla visto  empujando la pelota por el minúsculo hueco entre la pared y una puerta abierta, e intentando sin éxito recuperarla. Juega a esconderlas y recuperarlas; lo malo es que lo primero lo hace muy bien, pero lo segundo…

domingo, 26 de agosto de 2012

Gatos con poderes paranormales

Los fenómenos que ahora nos asombran y atribuimos a poderes ultra sensoriales o fuerzas ocultas se incorporarán a nuestra vida cotidiana en un próximo futuro, perdiendo el halo de misterio y/o superstición, en cuanto la ciencia encuentre la causa natural o patológica que los produce.
Y si eso es así en los humanos, con mayor motivo en los animales, seres vivientes como nosotros, pero en una escala evolutiva inferior.
¿Tienen poderes ultra sensoriales, paranormales, los gatos?.
Evidentemente no en el sentido trascendente de la propia vida y cotidianidad, pero sí en lo tocante a tener algún sentido diferente al de los humanos que nos produce asombro, confusión e incluso miedo.
Como muestra de ello resumo la historia de Oscar, difundida ampliamente en la prensa escrita y en Internet.

Foto escaneada de Oscar con el doctor David Dosa.
Oscar, el gato de caminar tranquilo por los pasillos de la residencia de ancianos Steere House (Rhode Island, EE UU). Su particular don es que vaticina a los pacientes el final de sus días, enroscándose en las camas de los próximos a fallecer. “El gato siempre se las arregla para aparecer en la habitación y siempre lo hace en las últimas dos horas de vida del paciente", detalla el médico David Dosa, quien lanzó a Oscar al estrellato hace unos años con un artículo y recientemente con un libro.
"Mi impresión es que los animales son capaces de 'sentir' cosas que nosotros, como humanos, no podemos percibir. Creo que este gato es capaz de oler algo que nosotros no, quizás una feromona. Pero esto sólo es una suposición.”, comenta Dosa.
Su porcentaje de fallo es mínimo. Nadie cuestiona los vaticinios de un gato adoptado para ayudar en las terapias del centro, que también cuenta con otros animales.
 “Lo importante es que Oscar nos permite llamar a sus familiares para que se despidan de su parientes de la mejor forma posible”,  puntualiza el geriatra. Un momento íntimo que sería imposible sin las dotes de este felino con un sentido muy vivo de la muerte.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Dar la medicina a un gato




Sofy, en su jaula, tras la visita al veterinario.
 Al día siguiente de volver del veterinario tiré toda la comida de Sofy que quedaba, pienso de pescado y verduras, por si acaso. “No te extrañe que sea la comida la causa de la infección de piel”, me dijo mi hermano, “El pescado suele tener muchas toxinas”.
Volví a comprar mixto, pienso de carne, pescado y malta.
También compré latillas de paté para gatos, que les encanta.
Cogía la pastilla del antibiótico, por cierto muy pequeña, la troceaba, la mezclaba con el paté y lo echaba todo en el bol. Una pastilla cada 12 horas. Así durante cinco días. Afortunadamente en el bol no quedaba ni rastro de la pastilla. Tampoco ni rastro de la comida. El truco, en caso de Sofy, había funcionado.
¡Miedo tenía!. Y es que con Mysy, mi anterior mascota, ese truco no funcionaba casi nunca. La mayoría de las veces encontraba el bol sin rastro de comida, pero con todos los trocitos de la pastilla intactos, por muy minúsculos que fueran. Afortunadamente Sofy no es tan exquisita, no tiene un paladar tan refinado y selectivo. ¡Por ahora!.
Aunque se sigue arrascando el cuello y mordiéndose la pata, la frecuencia con que lo hace ha disminuido considerablemente. El pelo ya la está cubriendo la zona otra vez y parece que los granitos rojizos la han desaparecido. Mañana la vuelvo a llevar a la “vete”, a revisión. ¡Ya veremos!.

domingo, 5 de agosto de 2012

Sofy visita al veterinario



Han transcurrido unos días  y la zona pelada en su pata se ha hecho doble. La palpo y observo que la superficie pelada está cubierta de pequeños bultitos, como granos. Además comienza a aparecer otra pequeña zona en la otra pata.
¡Ya no espero más!. Hay que llevarla al “vete”.
Armar la jaula de transporte, compuesta de sólo tres piezas, es una odisea. Tienen que acoplar perfectamente sus múltiples salientes.
Pero meter a Sofy en la jaula es todavía peor. Se revuelve, se escapa, se agarra a todos los sitios con sus zarpas para evitar la jaula. Pero al final lo consigo.
Por el camino no para de maullar y sacar las patas delanteras por las rendijas. Soy el primero en llegar a la clínica veterinaria. Afortunadamente hay un aparcamiento libre en la misma puerta.
Dentro de una pequeña habitación hay una mesa de metal. Abro la jaula. Sofy sale enseguida e intenta escaparse. La agarro bien.
La joven veterinaria me pregunta si sale de casa. La digo que no, que sospecho de hongos por una planta de hierba que se me marchitó. Tras observarla las zonas afectadas, la toma una muestra de la superficie de la piel y se va a otro cuarto.
La jaula transportín de Sofy.

Sofy se revuelve, se quiere escapar de mis manos. La meto en la jaula-transporte y espero. A los veinte minutos vuelve la veterinaria para indicarme que descarta los hongos y picaduras de insectos. Me pregunta si la he cambiado de alimentación. “Sí, y lo come peor”. “Podría ser eso. Tiene una infección en la piel y pérdida de pelo por mordidas”. La pone una inyección de antibióticos y me da una caja de pequeñas pastillas, también antibióticos. Dos al día durante una semana y volver para revisión, salvo que se ponga peor y tenga que volver antes. Me pregunta qué tal se las podré dar. “Tengo ya experiencia. Se las trituraré bien, se las echaré en su comida húmeda preferida y así espero engañarla para que se las tome”.
La revisa las uñas. Algunas las tiene ya largas. Me pide permiso para cortárselas y así lo hace, no sin ayuda de otra compañera. “Cortarla las uñas una sola persona es difícil.”, me dice.
La quiere pesar, pero al cogerla en brazos para llevarla a la báscula aparece por el pasillo un perro enorme y comienza a ladrar. Vuelve con Sofy al cuarto y pide que retiren al perro. Luego la pesa y vuelve diciéndome: “Tres quilos y medio”.” ¡Sólo tres!, yo pensaba que pesaba unos cinco.”
Al salir había en el hall una mujer con otro gato enjaulado. Lo miro y pregunto a la señora: “¿Dos meses?”. “Es verdad. ¡Qué buen ojo tiene!”. Luego le pregunto al niño que la acompañaba cómo se llamaba el gato. “Lio”, me contesta. “¿Lio?.¡Qué nombre más raro!”, respondo.
Tras casi una hora en la clínica, salí contento. Un trato agradable, un servicio eficaz y un precio muy ajustado a los tiempos de crisis que corren.

sábado, 4 de agosto de 2012

Autolesiones



Hoy la he pillado in fraganti haciendo algo que no debía: Se estaba acicalando, cosa que como todos los gatos hacen muy a menudo y durante bastante tiempo, y al llegar a la pata delantera derecha, comenzó a morderse. Me extrañó. Pero lo dejé correr pensando que podía ser parte del acicalamiento. A mi anterior mascota, Mysy, la había visto innumerables veces haciéndose la manicura de sus zarpas con los dientes, sin peligrosas consecuencias.
Pero al rato observé que Sofy seguía mordiéndose y que tenía ya un cerco rojizo de unos dos centímetros de largo. La reñí, lo dejó, volvió a morderse … ¡Ya no sabía qué hacer!. Estaba claro: La picaba esta zona y se arrascaba con los dientes. Lo malo es que, como sucede con los niños, Sofy no entendía que era mejor no arrascarse, y menos con los dientes o colmillos, que crearse una herida.

Sofy, bostezando tras despertarse.
 
Algo más tarde, al acariciarla el pescuezo, noté tres o cuatro pequeños bultos. La inspeccioné como pude y consideré que eran postillas de heridas que se había hecho al arrascarse. Me cuesta creer que tenga pulgas, piojos o que la haya picado algún insecto. Aún hace frío, vive en un piso cerrado y nunca sale de casa, razón por la cual descarto parásitos externos. ¿Pueden ser ácaros?. Lo dudo, pues la casa se ventila, se barre y se friega varias veces a la semana.
¿Pueden ser hongos producidos por la hierba que se marchitó?. Investigaré.
Hacia mediados de mayo, coincidiendo con su primer cumpleaños, la compraré un collar antiparasitario. ¡Ponérselo será toda una odisea!.