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viernes, 20 de julio de 2012

¿Comida seca o comida húmeda?

Se ha terminado el pienso que tenía. Me acerco a la tienda a por otro saco. Ya no queda del que compré, mezcla de carne y pescado. Ahora sólo hay de carne o de pescado. Elijo el de pescado. Al llegar a casa la relleno a Sofy el bol con el nuevo pienso. No come. Se pasa medio día sin comer. No la gusta el nuevo pienso. La doy una latilla de comida húmeda, que se zampa de una tirada.
La comida húmeda, en lata o en latilla, les gusta más que el pienso a los gatos. Pero es más cara y ensucia más los recipientes. No se puede dejar comida húmeda en el bol por si tiene hambre por la noche A mi anterior mascota la comencé a alternar el pienso con las latas de comida húmeda. Por poco tiempo, pues enseguida hizo ascos al pienso y sólo quería comida de lata.

Sofy saboreando los restos de mi postre.

Pasan los días y poco a poco va comiendo algo, no tanto como antes. Tendrá que acostumbrarse al nuevo pienso. ¡Tiempo tendrá!. Cada saco dura casi tres meses: Cuatro kilos cada  saco, dividido entre 50 gramos al día, sale un resultado de 80 días.

martes, 17 de julio de 2012

Sofy y su maceta de hierba

Ya he comentado la necesidad de los gatos de comer hierba. Debido al excesivo aseo personal, al  lamerse por todo el cuerpo ingieren una gran cantidad de pelo, que se mezcla en el estómago con la comida formando bolas. Esas bolas a veces no las evacuan bien por el ano, por lo que las vomitan. Para que las puedan expulsar sin problemas consumen hierba, que viene a ser como un laxante.
Antes de conocer a Sofy compré un recipiente ya preparado para crecer la  hierba. Según las instrucciones tenía que echar agua hasta el borde del recipiente, dejarlo al sol y en cinco días tendría un precioso terrazo de hierba. Pero hasta los ocho días no empezó a crecer nada.
A los diez días, con unos cinco centímetros de hierba, lo retiré de la poyata de la ventana y se lo puse a Sofy en un rincón del comedor. Tras acercarse a ver qué era aquello y olerlo dos o tres veces, se decidió a arrancar con la boca una hoja y comérsela.

Sofy mordisqueando las ramas de hierba de la maceta.

Durante más de un mes Sofy comió hierba fresca dos o tres veces al día. Dos veces por semana echaba casi un vaso de agua para mantenerla. Llegó a alcanzar unos 15 cm de altura. Hasta que, para mi sorpresa, comenzó a amarillear. En una semana las hojas perdieron casi por completo el verde.
Observé la planta: En su superficie visible había una fina capa blanquecina, parecida a una tela de araña. Removí la tierra y esa sustancia blanquecina dominaba dos de los cinco centímetros de profundidad. Arrojé la planta a la basura, convencido de que se había podrido por exceso de humedad, y que aquella sustancia blanca podía ser un hongo o producida por un hongo.
Sofy no pareció echar en falta la hierba.
Unos días más tarde de retirar el recipiente de hierba, leí que había que proporcionársela a los gatos sólo tres o cuatro días cada dos o tres meses, y no de forma continua como yo se la había dado; entre otras cosas porque les puede producir diarrea su consumo en exceso.
En cuanto a la planta, había que pulverizar las hojas con agua dos veces por semana, sin ahogarla como hice yo. En fin, de los errores también se aprende.

martes, 10 de julio de 2012

El sentido del tacto en los gatos



Esto dicen los expertos al respecto: "Otro fino sentido que poseen es una especie de tacto, pero no de la forma que nosotros lo entendemos. Las sensibles almohadillas de sus patas registran cualquier vibración. Esto lo utilizan ellos como un sistema de alarma. Los gatos, por este medio, son capaces de percibir un terremoto días antes de que suceda, registran incluso los que no son capaces de registrar los modernos aparatos científicos de medición. Todavía no se ha encontrado explicación a esta peculiaridad."

Efectivamente las almohadillas que un gato tiene en sus zarpas no favorecen precisamente que tenga un buen tacto en el sentido de percibir asperezas y otras propiedades de los objetos. No obstante me vienen a la mente dos anécdotas de mi anterior mascota, Mysy, relativas a dicho sentido.
La primera fue que, al llevarla a vacunar, tras sacarla de la cesta transporte, se revolvía para zafarse de mis manos. Pero, asombrosamente, nada más dejarla sobre la fría y lisa superficie de metal, se quedaba paralizada, como si la hubieran puesto anestesia.
La segunda fue más intrigante. Sería medianoche. Me estaba acostando. Estaba sentado en la cama. A mi lado estaba Mysy. De pronto, sin que ningún ruido u olor lo motivase, Mysy saltó de la cama y corrió por el pasillo como loca. Al poco tiempo noté un brevísimo temblor de la cama que me hizo ladear el cuerpo. Lo tomé como una brusca y brevísima pérdida de equilibrio, sin más. Al día siguiente me enteré de que había habido un terremoto en la ciudad, muy débil y de escasa duración; entendiendo entonces el raro comportamiento del gato. Había percibido el terremoto antes de tiempo.

Las "almuhadillas" de la zarpa de Sofy.
Hace tiempo leí que el bigote de los gatos les sirve para tantear las distancias ante la situación de realizar un salto, por ejemplo.
Siguen diciendo los expertos: "El pelo les protege (a los gatos) del exceso de calor, por ello toleran temperaturas extremas, es fácil verlos durmiendo plácidamente muy juntos a estufas, chimeneas, etc. a una distancia que a nosotros nos resultaría insoportable o cuando menos incómoda, mientras que ellos perciben un agradable calorcillo."

 

sábado, 7 de julio de 2012

Juegos prohibidos



Parece que ya no mordisquea las carpetas de cartón, ni los papeles que asoman de ellas. Pero en estos últimos días la ha dado por subirse a la mesa del ordenador y alzándose ligeramente mordisquear las esquinas de los papeles que tengo en el tablón de corcho. Muerde y muerde, tirando para sí, hasta que el papel se desprende. Entonces se lanza al suelo, pero no tras el papel que se ha caído, sino tras la chincheta que lo sujetaba.
Está visto: La encanta jugar con las chinchetas. Lo sorprendente es que haya “deducido” que si muerde y arranca el papel fijado al mural de corcho tendrá como recompensa una o dos chinchetas para jugar.
Por supuesto que no la dejo jugar, que la recojo inmediatamente las chinchetas caídas al suelo, pero… No consigo quitarla la costumbre. Tras cuatro días lidiando en balde, he retirado del mural casi todas las chinchetas de metal.

Sofy, intrigada por la hoja que se mueve.
Otro objeto que la llama mucho la atención a Sofy es la impresora cuando está funcionando. Mira atenta y ve salir la hoja impresa por la ranura. Entonces palpa la hoja una y otra vez con sus zarpas, hasta llegar a arrugarla algo.
La segunda vez que imprimí estando Sofy al lado fue algo más lejos en sus intentos de atrapar aquel papel que se movía: Vio que salía de una ranura y sin pensárselo nada metió una pata, una y otra vez, para intentar agarrar la hoja.
La separé de la impresora, cosa que no la gustó nada, porque se resistía a ello. Pero arrojé un caramelo al suelo y saltó tras el. Cuando al rato volví a imprimir, saltó a la mesa y volvió a intentar atrapar aquel papel que se movía y salía lentamente por la ranura.  

miércoles, 4 de julio de 2012

Herida al arrascarse



Hace dos meses que Sofy vive en mi casa. Al levantarme por la mañana, la vi sin su collar. En algún momento de la noche, a base de arrascarse, había conseguido hacer la suficiente fuerza en el lugar preciso para que el cierre saltara y arrancarse el collar. La cogí y la miré el cuello. Tenía un pequeña herida, causada posiblemente por los incontables arañazos que se había auto inflingido hasta quitarse el collar. Guardé el collar en un cajón. Estaba claro que odiaba los collares, tal vez por los tres días que estuvo con un collarín tras la operación de esterilización. La doy un poco de Betadin con un trozo de algodón. 
En dos días la sale postilla en el lugar de la herida; pero al mismo tiempo observo que tiene otra herida al otro lado  del pescuezo.La pica, se arrasca y se autolesiona. 
Mi anterior mascota también se arrascaba de vez en cuando, pero nunca se autolesionaba. De seguir así la tendré que llevar al veterinario; es muy poco probable que tenga pulgas al no salir nunca de casa, aunque sí puede tener ácaros, esos bichos microscópicos que nos acompañan por millares, sin nosotros percibirlos, en nuestros hogares.

Sofy aseándose con su larga lengua.
Hoy me ha ocurrido por tercera vez. Al llegar a casa y abrir la puerta, observo extrañado que no me viene a recibir. La llamo. Oigo un maullido distante y muy apagado. ¡Está muy claro!. Se ha quedado encerrada en alguna habitación o en el servicio, por la manía que tiene de entrar a curiosear en todos los sitios y no salir cuando se la llama.
Pero eso, aun siendo negativo, tiene sus ventajas: Nada mas abrirla la puerta de su encierro, se va derecha a hacer pis a la tierra higiénica. Digo que es una ventaja porque ello evidencia que puede aguantar horas sin hacer sus necesidades donde se hubiera quedado encerrada.